Egipto: otra vez en la fragilidad

Cuando aún no había transcurrido siquiera el primer semestre de su mandato, el presidente de Egipto, Mohammed Morsi, logró un éxito diplomático resonante al obtener rápidamente el cese del fuego en la Franja de Gaza.Lo hizo, es cierto, de la mano de los Estados Unidos, evitando una nueva invasión militar israelí a ese territorio -controlado por el movimiento palestino Hamas- que hubiera seguramente profundizado el grave enfrentamiento que estaba en curso.
Un paso inesperado Entusiasmado quizás por esa feliz circunstancia, o advirtiendo la necesidad imperiosa de apurar la marcha en el proceso de normalización institucional egipcio, Morsi tomó una resolución sorpresiva, aunque equivocada: la de asumir la suma del poder público, en un país que acababa de repudiar masivamente al autoritarismo.

Morsi tomó una resolución sorpresiva, aunque equivocada: la de asumir la suma del poder público, en un país que acababa de repudiar masivamente al autoritarismo
Mediante un decreto, el 22 de noviembre pasado, sumó a las facultades ejecutivas y legislativas que detentaba, una pretendida inmunidad para sus decisiones respecto de eventuales sentencias emanadas del Poder Judicial, facultad que -en su criterio- es imprescindible para “proteger la revolución”.
En paralelo, Morsi apuró la labor de la Asamblea Constituyente, de la que se habían ya retirado -con visible enojo- los 25 miembros seculares y cristianos coptos que la integraban, cansados de la inflexibilidad de los islámicos que conforman la mayoría del organismo.
Ante la presión y en apenas dieciséis horas de labor, esa Asamblea disciplinadamente acordó el texto final de la nueva Constitución y lo hizo público. Morsi -de inmediato- anunció la convocatoria a un referendo aprobatorio de la Constitución, que está previsto para el próximo 15 de diciembre.
Procura así, aparentemente, neutralizar cualquier intento de la Corte Constitucional (que, recordemos, depuso al primer Parlamento egipcio que había sido electo en las urnas en más seis décadas, en el que los islámicos tenían mayoría) de disolver la Asamblea Constitucional. Lo que tendría un efecto demoledor respecto del aún lento proceso de institucionalización en marcha. Anticipando esa posibilidad, grupos de enardecidos manifestantes islámicos impidieron físicamente, el domingo pasado, el ingreso de los magistrados a sus oficinas.
La oposición se amalgama Lo sucedido parecería haber unificado a buena parte de la oposición, que salió masivamente a las calles para repudiar la medida. Cientos de miles de manifestantes se concentraron en la histórica Plaza Tahrir, acusando a Morsi de ser un nuevo “faraón”. Simultáneamente, los máximos magistrados de la justicia egipcia hicieron saber que -pese a lo sucedido- no renunciaban al control de legalidad que ejercen. Un grave conflicto de poderes quedó entonces evidente.
Simultáneamente se conformó el multicolor “Salvación Nacional”, liderado por el socialista Hamdeen Sabahi y el Pemio Nóbel de la Paz Mohammad El-Baradei. A ellos parece acompañar Ahmed Shafik, que fuera el último primer ministro de Mubarak y se transformara en el rival de Morsi en la segunda vuelta de la elección presidencial de junio pasado, a la manera de estandarte del secularismo.

Simultáneamente, los máximos magistrados de la justicia egipcia hicieron saber que -pese a lo sucedido- no renunciaban al control de legalidad que ejercen. Un grave conflicto de poderes quedó entonces evidente
Los movimientos islámicos, cual ordenada galaxia -esto es el brazo político de la Hermandad Musulmana (“Justicia y Libertad”) sumado el más duro “salafismo”, agrupado en torno al movimiento “Al-Nour”- salieron también a las calles. Llenaron -vociferantes- la plaza de la Universidad Gizeh, emplazada a escasos 10 minutos de la Plaza Tahrir, en apoyo a Morsi.
Los islámicos, es cierto, saben bien lo que quieren: un país islámico. Lo que no es necesariamente lo mismo que una “teocracia”, a la manera de Irán o Sudán, en la que el poder máximo queda siempre en manos de los clérigos. Los seculares y cristianos egipcios están ahora unidos. Pero en este segundo caso por lo que ambos no quieren que suceda: esto es un país estructurado a la manera islámica. En cambio, pretenden que se garantice el pluralismo y la vigencia de las libertades civiles y políticas esenciales.
Un proyecto más bien moderado El ambiente político egipcio parece haber cambiado. Está más tenso. Conmocionado. Morsi acusa a la oposición de “conspirar” en su contra. Asegurando que sus líderes han sido “infiltrados” por personeros de Mubarak.
Dos años de mucha cautela y pragmatismo por parte de la Hermandad Musulmana han quedado, de pronto, de lado. Las intimidaciones y acusaciones recíprocas resuenan en el aire. La oposición no se sorprende y recuerda que la Hermandad Musulmana está repleta de promesas públicas incumplidas, como las que aseguraran en su momento que no tendría candidato presidencial, o las que la comprometieran a no tener más de un tercio del Parlamento, ni monopolizar el poder.

El ambiente político egipcio parece haber cambiado. Está más tenso. Conmocionado
Lo cierto es que el proyecto de Constitución que se someterá próximamente a referendo no luce demasiado radical. Mantiene, por ejemplo, una norma de la Constitución de 1980, en función de la cual el derecho egipcio deberá nutrirse en los “principios del derecho islámico”, o sea en la llamada “sharia”. Agregando a ello sin embargo una novedad en el sentido de que si esos principios requirieran de pronto una definición o aclaración, ella será la que surja de la opinión de las principales escuelas religiosas del islamismo “Sunni”.
La Constitución proyectada también mantiene algunas de las cuestionadas facultades pasadas de los militares, que en más seguirán participando decisivamente en la designación del ministro de defensa y manejando su sector, incluyendo su propio presupuesto, lo que supone seguir gozando de privilegios importantes. Al menos por un rato. A lo que se agrega que, en algunos casos, los tribunales militares podrán seguir juzgando a los civiles.
Respecto de la libertad religiosa, ésta se garantiza expresamente a las tres grandes religiones monoteístas. Esto es al cristianismo, al judaísmo y al islamismo. Sólo a ellas.
Si bien se prohíbe en general la discriminación, no hay en el proyecto de Constitución garantía explícita alguna de igualdad entre el hombre y la mujer. Es más, en el proceso preparatorio se dejó de lado una norma que la exteriorizaba, para así satisfacer a los ultra-conservadores, que pugnaron -sin éxito- por incluir una peligrosa cláusula que disponía que la situación de la mujer debía reglarse por los principios de las leyes religiosas.

Si bien se prohíbe en general la discriminación, no hay en el proyecto de Constitución garantía explícita alguna de igualdad entre el hombre y la mujer
Otro tema también espinoso del proyecto es el tiene que ver con la disposición que asigna a “la sociedad” un rol activo en la defensa de los valores de la familia y de los principios morales. Se trata de un precepto que eventualmente podría abrir la puerta para que, de pronto, se organicen grupos celosos y radicales de “vigilantes” o “guardianes” de la moral islámica, a la manera de lo que sucede en algunos países del Golfo.
Paso redoblado Con sus decisiones recientes, Morsi ha apurado claramente la marcha. Redoblando su apuesta por hacer sancionar una nueva Constitución, que obrará a la manera de cimientos para la nueva administración.
Ello ha despertado a la oposición de un aparente letargo y generando presiones que la están unificando, situación que, sin embargo, no será fácil de mantener en el tiempo, según enseña la propia experiencia egipcia reciente.
Queda visto que, de pronto, una cuota de fragilidad ha vuelto a aparecer en el país de los faraones y de ochenta millones de habitantes. No obstante, las encuestas sugieren que el presidente Morsi lleva las de ganar en un país que cuenta con claras mayorías islámicas. Para ello debe cuidarse de no incurrir en nuevos errores y ser capaz de manejar los tiempos sin recurrir al abuso del poder que ahora detenta, de hecho. Las semanas que se aproximan serán seguramente de una intensidad política verdaderamente apasionante…

Lanacion

Cuando aún no había transcurrido siquiera el primer semestre de su mandato, el presidente de Egipto, Mohammed Morsi, logró un éxito diplomático resonante al obtener rápidamente el cese del fuego en la Franja de Gaza.Lo hizo, es cierto, de la mano de los Estados Unidos, evitando una nueva invasión militar israelí a ese territorio -controlado por el movimiento palestino Hamas- que hubiera seguramente profundizado el grave enfrentamiento que estaba en curso.
Un paso inesperado Entusiasmado quizás por esa feliz circunstancia, o advirtiendo la necesidad imperiosa de apurar la marcha en el proceso de normalización institucional egipcio, Morsi tomó una resolución sorpresiva, aunque equivocada: la de asumir la suma del poder público, en un país que acababa de repudiar masivamente al autoritarismo.

Morsi tomó una resolución sorpresiva, aunque equivocada: la de asumir la suma del poder público, en un país que acababa de repudiar masivamente al autoritarismo
Mediante un decreto, el 22 de noviembre pasado, sumó a las facultades ejecutivas y legislativas que detentaba, una pretendida inmunidad para sus decisiones respecto de eventuales sentencias emanadas del Poder Judicial, facultad que -en su criterio- es imprescindible para “proteger la revolución”.
En paralelo, Morsi apuró la labor de la Asamblea Constituyente, de la que se habían ya retirado -con visible enojo- los 25 miembros seculares y cristianos coptos que la integraban, cansados de la inflexibilidad de los islámicos que conforman la mayoría del organismo.
Ante la presión y en apenas dieciséis horas de labor, esa Asamblea disciplinadamente acordó el texto final de la nueva Constitución y lo hizo público. Morsi -de inmediato- anunció la convocatoria a un referendo aprobatorio de la Constitución, que está previsto para el próximo 15 de diciembre.
Procura así, aparentemente, neutralizar cualquier intento de la Corte Constitucional (que, recordemos, depuso al primer Parlamento egipcio que había sido electo en las urnas en más seis décadas, en el que los islámicos tenían mayoría) de disolver la Asamblea Constitucional. Lo que tendría un efecto demoledor respecto del aún lento proceso de institucionalización en marcha. Anticipando esa posibilidad, grupos de enardecidos manifestantes islámicos impidieron físicamente, el domingo pasado, el ingreso de los magistrados a sus oficinas.
La oposición se amalgama Lo sucedido parecería haber unificado a buena parte de la oposición, que salió masivamente a las calles para repudiar la medida. Cientos de miles de manifestantes se concentraron en la histórica Plaza Tahrir, acusando a Morsi de ser un nuevo “faraón”. Simultáneamente, los máximos magistrados de la justicia egipcia hicieron saber que -pese a lo sucedido- no renunciaban al control de legalidad que ejercen. Un grave conflicto de poderes quedó entonces evidente.
Simultáneamente se conformó el multicolor “Salvación Nacional”, liderado por el socialista Hamdeen Sabahi y el Pemio Nóbel de la Paz Mohammad El-Baradei. A ellos parece acompañar Ahmed Shafik, que fuera el último primer ministro de Mubarak y se transformara en el rival de Morsi en la segunda vuelta de la elección presidencial de junio pasado, a la manera de estandarte del secularismo.

Simultáneamente, los máximos magistrados de la justicia egipcia hicieron saber que -pese a lo sucedido- no renunciaban al control de legalidad que ejercen. Un grave conflicto de poderes quedó entonces evidente
Los movimientos islámicos, cual ordenada galaxia -esto es el brazo político de la Hermandad Musulmana (“Justicia y Libertad”) sumado el más duro “salafismo”, agrupado en torno al movimiento “Al-Nour”- salieron también a las calles. Llenaron -vociferantes- la plaza de la Universidad Gizeh, emplazada a escasos 10 minutos de la Plaza Tahrir, en apoyo a Morsi.
Los islámicos, es cierto, saben bien lo que quieren: un país islámico. Lo que no es necesariamente lo mismo que una “teocracia”, a la manera de Irán o Sudán, en la que el poder máximo queda siempre en manos de los clérigos. Los seculares y cristianos egipcios están ahora unidos. Pero en este segundo caso por lo que ambos no quieren que suceda: esto es un país estructurado a la manera islámica. En cambio, pretenden que se garantice el pluralismo y la vigencia de las libertades civiles y políticas esenciales.
Un proyecto más bien moderado El ambiente político egipcio parece haber cambiado. Está más tenso. Conmocionado. Morsi acusa a la oposición de “conspirar” en su contra. Asegurando que sus líderes han sido “infiltrados” por personeros de Mubarak.
Dos años de mucha cautela y pragmatismo por parte de la Hermandad Musulmana han quedado, de pronto, de lado. Las intimidaciones y acusaciones recíprocas resuenan en el aire. La oposición no se sorprende y recuerda que la Hermandad Musulmana está repleta de promesas públicas incumplidas, como las que aseguraran en su momento que no tendría candidato presidencial, o las que la comprometieran a no tener más de un tercio del Parlamento, ni monopolizar el poder.

El ambiente político egipcio parece haber cambiado. Está más tenso. Conmocionado
Lo cierto es que el proyecto de Constitución que se someterá próximamente a referendo no luce demasiado radical. Mantiene, por ejemplo, una norma de la Constitución de 1980, en función de la cual el derecho egipcio deberá nutrirse en los “principios del derecho islámico”, o sea en la llamada “sharia”. Agregando a ello sin embargo una novedad en el sentido de que si esos principios requirieran de pronto una definición o aclaración, ella será la que surja de la opinión de las principales escuelas religiosas del islamismo “Sunni”.
La Constitución proyectada también mantiene algunas de las cuestionadas facultades pasadas de los militares, que en más seguirán participando decisivamente en la designación del ministro de defensa y manejando su sector, incluyendo su propio presupuesto, lo que supone seguir gozando de privilegios importantes. Al menos por un rato. A lo que se agrega que, en algunos casos, los tribunales militares podrán seguir juzgando a los civiles.
Respecto de la libertad religiosa, ésta se garantiza expresamente a las tres grandes religiones monoteístas. Esto es al cristianismo, al judaísmo y al islamismo. Sólo a ellas.
Si bien se prohíbe en general la discriminación, no hay en el proyecto de Constitución garantía explícita alguna de igualdad entre el hombre y la mujer. Es más, en el proceso preparatorio se dejó de lado una norma que la exteriorizaba, para así satisfacer a los ultra-conservadores, que pugnaron -sin éxito- por incluir una peligrosa cláusula que disponía que la situación de la mujer debía reglarse por los principios de las leyes religiosas.

Si bien se prohíbe en general la discriminación, no hay en el proyecto de Constitución garantía explícita alguna de igualdad entre el hombre y la mujer
Otro tema también espinoso del proyecto es el tiene que ver con la disposición que asigna a “la sociedad” un rol activo en la defensa de los valores de la familia y de los principios morales. Se trata de un precepto que eventualmente podría abrir la puerta para que, de pronto, se organicen grupos celosos y radicales de “vigilantes” o “guardianes” de la moral islámica, a la manera de lo que sucede en algunos países del Golfo.
Paso redoblado Con sus decisiones recientes, Morsi ha apurado claramente la marcha. Redoblando su apuesta por hacer sancionar una nueva Constitución, que obrará a la manera de cimientos para la nueva administración.
Ello ha despertado a la oposición de un aparente letargo y generando presiones que la están unificando, situación que, sin embargo, no será fácil de mantener en el tiempo, según enseña la propia experiencia egipcia reciente.
Queda visto que, de pronto, una cuota de fragilidad ha vuelto a aparecer en el país de los faraones y de ochenta millones de habitantes. No obstante, las encuestas sugieren que el presidente Morsi lleva las de ganar en un país que cuenta con claras mayorías islámicas. Para ello debe cuidarse de no incurrir en nuevos errores y ser capaz de manejar los tiempos sin recurrir al abuso del poder que ahora detenta, de hecho. Las semanas que se aproximan serán seguramente de una intensidad política verdaderamente apasionante…

Lanacion

Lo de Morsi fue muy loco. O sea, un dia para todo el mundo era Francescoli metiendola de chilena al angulo despues de negociar el cese al fuego en Gaza (hasta en forma bizarra, Hamas lo festejo como una victoria, en fin) y al dia siguiente se despacho con la autoasignacion de poderes absolutos. Igual, escuche varias opiniones en la UN Radio y en la Beeb de gente que lo apoya en esto.

Pobre gente, loco. Salen de uno despues de 30 y pico de años para que se enquiste otro. Hay que tener en cuenta que Egipto es quizas la sociedad mas “abierta” del mundo arabe (sin contar Turquia), a mucha gente joven universitaria le debe haber caido como el culo todo esto. Mucha gente que apoyo a la hermandad, mas que nada para rajar a Mubarak, hoy no lo banca, pero todavia no asoma ese referente moderado religiosamente (imposible en egipto pensar en un referente totalemente laico todavia) con base en la clase media joven universitaria y que lo termine de modernizar.

Pobre gente, salieron de Guatemala y se metieron en guatepeor con esta hermandad. En ese aspecto se confiaron mucho en estos tipos.