es que a diferencia de otros… este hiper limitado le metia garra a la chance que le daban de jugar y algo la compensaba, yo creo que es mucho mas admirable el caso de Gerlo que el caso de tantos otros que les sobra habilidad y no ponen ni un poquito de amor para jugar al futbol…
Siempre lo banque porque era un tipo que todas sus limitaciones tecnicas las compensaba con unos huevos terribles y mucho empeño. Yo lo califico con un 6.
GERLO (contras): Entre tantas, limitado en técnica, rústico, típico jugador de Nacional B.
GERLO (a favor): entrega, personalidad, carisma.
Yo lo banco, de tantos muertos que pasaron y seguramente van a pasar, Paco es uno de los pocos que trató de vestir la casaca lo mas decorosamente posible. Con todas sus limitaciones siempre dio su máximo, o sea, un 25% de cualquier buen defensor :mrgreen:, pero dió su máximo, la camiseta de River en ciertas instancias lo agrandaban, mientras a otros de su tipo le pesaba toneladas (caso Barrado, Archubi, etc.). Cuantos perros desfilaron y nunca nada, repito NADA a favor! bueno Gerlo ALGO dejó!
Sintesis:
1 - Su paso fue sin gloria ni pena 4/5.
2 - Hijos de putas lo que lo contrataron.
3 - A pesar de todo, se ganó mi respeto y el domingo seguramente lo voy a recibir con un aplauso;).
Nah… yo vi jugar a Passarella, entre otros, y le puse 7. No quise decir que lo de Gerlo fue mejor o que haya estado a la altura de Passarella, sino que PARA LO LIMITADO que es Gerlo, a mí me parece que en River rindió mejor de lo que lo hizo en otros lados.
Técnicamente, de los defensores refuerzos de la última época, te podría nombrar varios por encima de Gerlo, empezando por el trío nefasto (Quiroga, Sánchez, Cabral). Ahora, yo me quedaba mucho más tranquilo cuando lo veía a Gerlo de central, que con cualquiera de esos tres pelotudos.
De ahí el 7. Me pareció que rindió por encima de sus posibilidades. Que trató de compensar con huevos lo que Natura no le dio. Y que sin dudas, dejó absolutamente todo. Se le pueden criticar muchas cosas a Gerlo. Nunca que haya escondido la gamba. Cosa que sí hicieron una lista de hijos de puta en estas últimas épocas.
Si lo comparamos con la época de gloria, Gerlo no podría atarle los botines a ninguno. Ni siquiera al 6 de la reserva.
Le pongo un 3 por el partido que anulo a Tevez en Brasil. Sino era un 1 clavado. Un jugador de futbol lamentable. Su vehemencia no me compro ni me comprara jamas. Es patetico que haya jugado en River.
El domingo pisará de nuevo el Monumental. Y habrá que tributarle todo nuestro agradecimiento. Gerlo, en una época de vacas flaquísimas, dejó la vida por esta camiseta. Fue el símbolo estampado en miles de remeras que decían “Yo vi jugar a Gerlo de 9”. Como pedía esa hora, como lo pide esta camiseta. Pero antes ya había dejado su sello de guapo, de tipo viril, valiente. En una noche inolvidable donde otro tipo de gran personalidad como el Negro Tevez se comió los mocos. Aquí la recordamos.
Y el Titán, tantas veces vituperado por sus limitaciones técnicas, por sus escasos recursos, por su falta de estilo. Tantas veces cuestionado y tildado de rústico, de sacador y no sé cuántas sandeces, esa noche tendría su revancha. A la hora de jugar batallas como las de de 4 de mayo del 2006 en el Pacaembú, siempre se les había pedido a los jugadores ante todo poner eso que nos diferencia de las mujeres y, si algo destacaba a este hombre, era justamente eso. Y demostrarles a todos sus inquisidores que aquello que tanto los irritaba de su estilo, puesto a hervir, podía convertirse en la argamasa de la “mística” que River durante años sigue buscando para ganar la Copa. Así fue que el “gallego”, típica barba rala, mal afeitada o que no quiere crecer pero indisimuladamente desprolija, flaco y blanquito era lo más parecido al fiel Mendieta el perro de Inodoro Pereyra.
Huesudo y alto como el Quijote, salió a la cancha como quien está convencido de que Los Molinos de Viento eran un ejército. Sus ojos vidriosos con sus conjuntivas inflamadas en sangre buscaban entre todas las camisetas blancas una sola. Esa era su tarea, anular a quien habían venido a ver desde Inglaterra, considerado por muchos no sé si el mejor jugador del mundo, pero sí el más guapo, el más aguerrido y atrevido, una especie de general en el rectángulo, el alma del equipo para los conrinthianos. Nada de eso se le cruzó por la cabeza. Sonó el silbato y enseguida le clavó la mirada al diminuto morocho y lo fulminó con su pensamiento. La cámara de televisión lo vendió: de entre sus labios pudo leerse su sentencia: “Yo quedo fuera de la Copa, pero a vos te saco del Mundial”, le dijo. Tevez, perdió su compostura, sintió por primera vez lo que verdaderamente era el miedo. Vio en el brillo de esa dentadura chueca un brillo, parecido al de las navajas que usaban los faqueadores. Las imágenes más cruentas, de cuentas pendientes resueltas a cuchillo, cuando su infancia en Fuerte Apache lo asolaron inconcientemente.
Se movió nervioso, por los laterales de la cancha, hasta que definitivamente se escondió. Carlinhos entendió que con “éste no se jode”. Arrugó. Y espero el final. Esta vez no hubo cacareo, ni puteada televisada. Había quedado pálido, petrificado. Mientras tanto, Gerlo festejaba con sus compañeros el paso a los cuartos de final. Su alegría era tan grande que ni siquiera había reparado en que había destruido un mito, aunque sea por una noche: ¿dónde quedaron los tres testículos de Carlinhos? Y a partir de esa noche, el nuevo héroe de millones de hinchas, que entienden que el fútbol es un juego de hombres y a veces una metáfora de viejas paradas de taitas. Un duelo de guapos en el que a veces no hace falta hacer uso de las armas. Basta con la actitud. Algo que este “brutito” siempre llevó como una mochila y que esa noche lo convertía en símbolo de lo que hay que poner para ganar la Copa.
Contra todos los que vituperaron su falta de calidad, esa noche tuvo su revancha. No hizo más que ser fiel a su a su propia naturaleza y a su voz interior. Ese balbuceo que muy pocos pudieron observar, ni siquiera en la repetición de los videos, lo elevaron a la categoría de ídolo por la vía inversa que llegan la mayoría de los cracks millonarios. Gerlo fue el hacedor de esa noche negra del Timao. Convirtió a Carlinhos en Pedro Navaja -el que hierro mata a hierro termina-. Un duelo que ganó Gerlo, un don nadie, sin pegar una patada.
Después vino su aventura renga por las áreas rivales, otra noche en que había que dejar el pecho y sacar el alma. El hincha de River sabe de esa entrega que en tiempos difíciles, cuando la hambruna futbolística era casi de guerra, apareció un tipo que hizo de las nanas de la cebolla su canto y nuestro único alimento. Sólo los desmemoriados podrán ignorar que ese “gallego” rudo, todo lo que no tuvo de dúctil lo tuvo de guerrero. Que pasó por River y ofreció su corazón. El domingo, ante Quilmes, hagámoselo sentir. ¡Gracias Paco, bravo Titán!
El domingo pisará de nuevo el Monumental. Y habrá que tributarle todo nuestro agradecimiento. Gerlo, en una época de vacas flaquísimas, dejó la vida por esta camiseta. Fue el símbolo estampado en miles de remeras que decían “Yo vi jugar a Gerlo de 9”. Como pedía esa hora, como lo pide esta camiseta. Pero antes ya había dejado su sello de guapo, de tipo viril, valiente. En una noche inolvidable donde otro tipo de gran personalidad como el Negro Tevez se comió los mocos. Aquí la recordamos.
Y el Titán, tantas veces vituperado por sus limitaciones técnicas, por sus escasos recursos, por su falta de estilo. Tantas veces cuestionado y tildado de rústico, de sacador y no sé cuántas sandeces, esa noche tendría su revancha. A la hora de jugar batallas como las de de 4 de mayo del 2006 en el Pacaembú, siempre se les había pedido a los jugadores ante todo poner eso que nos diferencia de las mujeres y, si algo destacaba a este hombre, era justamente eso. Y demostrarles a todos sus inquisidores que aquello que tanto los irritaba de su estilo, puesto a hervir, podía convertirse en la argamasa de la “mística” que River durante años sigue buscando para ganar la Copa. Así fue que el “gallego”, típica barba rala, mal afeitada o que no quiere crecer pero indisimuladamente desprolija, flaco y blanquito era lo más parecido al fiel Mendieta el perro de Inodoro Pereyra.
Huesudo y alto como el Quijote, salió a la cancha como quien está convencido de que Los Molinos de Viento eran un ejército. Sus ojos vidriosos con sus conjuntivas inflamadas en sangre buscaban entre todas las camisetas blancas una sola. Esa era su tarea, anular a quien habían venido a ver desde Inglaterra, considerado por muchos no sé si el mejor jugador del mundo, pero sí el más guapo, el más aguerrido y atrevido, una especie de general en el rectángulo, el alma del equipo para los conrinthianos. Nada de eso se le cruzó por la cabeza. Sonó el silbato y enseguida le clavó la mirada al diminuto morocho y lo fulminó con su pensamiento. La cámara de televisión lo vendió: de entre sus labios pudo leerse su sentencia: “Yo quedo fuera de la Copa, pero a vos te saco del Mundial”, le dijo. Tevez, perdió su compostura, sintió por primera vez lo que verdaderamente era el miedo. Vio en el brillo de esa dentadura chueca un brillo, parecido al de las navajas que usaban los faqueadores. Las imágenes más cruentas, de cuentas pendientes resueltas a cuchillo, cuando su infancia en Fuerte Apache lo asolaron inconcientemente.
Se movió nervioso, por los laterales de la cancha, hasta que definitivamente se escondió. Carlinhos entendió que con “éste no se jode”. Arrugó. Y espero el final. Esta vez no hubo cacareo, ni puteada televisada. Había quedado pálido, petrificado. Mientras tanto, Gerlo festejaba con sus compañeros el paso a los cuartos de final. Su alegría era tan grande que ni siquiera había reparado en que había destruido un mito, aunque sea por una noche: ¿dónde quedaron los tres testículos de Carlinhos? Y a partir de esa noche, el nuevo héroe de millones de hinchas, que entienden que el fútbol es un juego de hombres y a veces una metáfora de viejas paradas de taitas. Un duelo de guapos en el que a veces no hace falta hacer uso de las armas. Basta con la actitud. Algo que este “brutito” siempre llevó como una mochila y que esa noche lo convertía en símbolo de lo que hay que poner para ganar la Copa.
Contra todos los que vituperaron su falta de calidad, esa noche tuvo su revancha. No hizo más que ser fiel a su a su propia naturaleza y a su voz interior. Ese balbuceo que muy pocos pudieron observar, ni siquiera en la repetición de los videos, lo elevaron a la categoría de ídolo por la vía inversa que llegan la mayoría de los cracks millonarios. Gerlo fue el hacedor de esa noche negra del Timao. Convirtió a Carlinhos en Pedro Navaja -el que hierro mata a hierro termina-. Un duelo que ganó Gerlo, un don nadie, sin pegar una patada.
Después vino su aventura renga por las áreas rivales, otra noche en que había que dejar el pecho y sacar el alma. El hincha de River sabe de esa entrega que en tiempos difíciles, cuando la hambruna futbolística era casi de guerra, apareció un tipo que hizo de las nanas de la cebolla su canto y nuestro único alimento. Sólo los desmemoriados podrán ignorar que ese “gallego” rudo, todo lo que no tuvo de dúctil lo tuvo de guerrero. Que pasó por River y ofreció su corazón. El domingo, ante Quilmes, hagámoselo sentir. ¡Gracias Paco, bravo Titán
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Es de Desimone no?