Me pasó algo raro, otro de mis imprevisibles giros.
Recé a Dios todas las semanas porque Boca perdiera, imploré porque los brazucas los bailen. Los odié, deseé robarles camisetas. No obstante con el partido arrancado tuve un sentimiento nacional, la felicidad del pueblo peronista, la celeste y blanca, y lo que significaba que gane Riquelme contra Macri.
Y SI BIEN NO ESTUVE TRISTE, no celebré tanto tampoco los goles del Flu.
Claramente igual estoy conforme y feliz, pero no tan radiante como imaginaba estar. Saludos riverplatenses!