David Comedi, judío anti-sionista de Argentina: ‘El Estado de Israel no representa al colectivo’
En el marco del genocidio del Estado de Israel contra el pueblo Palestino en la Franja de Gaza, muchas voces en todo el mundo han repudiado esta situación, pero tal vez algunas de las más significativos fueron las de más de 300 judíos sobrevivientes del Holocausto nazi y sus descendientes. A partir de sus declaraciones, comenzaron a ser atacados por voceros del sionismo, y sobre esta cuestión habló David Comedi (representante en Argentina de la Red Internacional de Judíos Antio Sionistas) con el programa radial «Un Día Perfecto».
Lejos de sorprenderse, Comedi aseguró que «era de esperar, porque cada vez que sale alguien del colectivo judío a criticar las políticas del Estado de Israel que llevan a la limpieza étnica en Palestina, siempre están los encargados de atacar y tratar de desacreditar este tipo de denuncias», y explicó que «hay muchos ataques con relación a la validez de las denuncias públicas hechas por sobrevivientes del Holocausto que fue publicada en el New York Times», sin embargo sentenció: «Sabemos que la verdad y la justicia están del lado de aquellos que reconocemos que un genocidio le duele a cualquier pueblo, y cuando decimos Nunca Más es Nunca Más para nadie».
Al tratar de encontrar alguna explicación a este injustificado ataque a quienes sobrevivieron al Holocausto nazi, Comedi explicó: «Lo que les molesta es que están siendo cuestionadas las premisas fundamentales de los sionistas, que fundaron el Estado de Israel con sus colonos echando a los palestinos de sus tierras, y que esos cuestionamientos provienen de las mismas filas de los judíos sobrevivientes del genocidio nazi».
Con mucha claridad, David Comedi afirmó: «El Estado de Israel no representa al colectivo judío, porque es un Estado colonial que en realidad funciona como un ‘portaaviones’ de los imperialismos occidentales, principalmente de Estados Unidos», y profundizó: «Ellos utilizan al pueblo judío y a los símbolos judíos para escudarse, pero en realidad no nos representan porque h tratado siempre de callar cualquier tipo de críticas, acusando de ‘antisemita’ y ‘judeófobo’ al que critique, y si el que denuncia es un judío, lo acusan de traidor y de judío que se odia a sí mismo».
«Es una situación de desesperación total, porque lo que más les duele es que dentro del colectivo judío haya voces que se atrevan a salir públicamente a denunciar lo que el sionismo está haciendo contra el pueblo palestino, que es un genocidio», resumió Comedi.
Finalmente, el vocero en Argentina de la Red Internacional de Judíos Anti Sionistas, David Comedi, se refirió a una acción para debilitar al Estado de Israel: «Hay un movimiento muy importante y efectivo, que es el que busca boicotear económica, militar y académicamente al Estado de Israel, que es un Estado muy sensible a ese tipo de tácticas, e incluso ya ha perdido varios millones de dólares a partir del crecimiento de este movimiento». Este boicot, explicó Comedi, «fue aplicado en Sudáfrica contra el Apartheid, y después finalmente cayó el gobierno racista de Sudáfrica», y relató que el boicot a Israel «comenzó en 2005 y tenemos esperanzas de lograr que abandonen las prácticas que llevan a cabo, y para eso también debemos presionar a nuestro gobierno para que apliquen sanciones a Israel, por ejemplo rompiendo los acuerdos bilaterales».
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Uriel Kon: “Israel está acabado. No quiero vivir con la vergüenza”
Por Uriel Kon. Argentino radicado en Israel, judío.
Vergüenza bronca e impotencia. Eso es lo que siento al vivir dentro o a un costado de la sociedad israelí: en su gran gran mayoría se trata de un cumulo de individuos que han sufrido un lavado de cerebro sistemático, desde chiquitos. Cerebros lavados y lavadores de cerebros profesionales; victimarios que de alguna manera lograron desarrollar un mecanismo de autoconvencimiento, una completa insensibilidad frente al sufrimiento del otro – todo esto combinado con un sentimiento de superioridad indeleble, paradójicamente mezclado con ignorancia, vulgaridad y un racismo virulento. El racismo y la discriminación, aplicados tanto en el plano personal como institucional.Una sociedad como la israelí, que nunca quiso ni buscó la paz, está destinada a a desaparecer. Tal es el destino final de las democracias étnicas. Hablar se torna peligroso. Los diarios y los sitios en la web de noticias en hebreo narran la guerra de manera tal, que cualquier duda sea eliminada. Las noticias se enuncian como pequeñas piezas de discurso adoctrinador, que es repetido como mantra en el bar, en el café, en las universidades, de padres a hijos, de oficiales a soldados. Es así que no hay huecos en el imaginario local, casi no existe la izquierda ni la crítica: abolidos. La autocrítica es traición. La mirada de odio y de placer del sabra israelí ante los ataques por tierra y los bombardeos, es evidente.
Hace unos minutos me encontré con un amigo argentino. Coincidimos en que es imposible hablarle a la mayor parte de los sabras. Sus miradas cambian, los ojos giran, cambian de órbita hacia adentro; parecen zombis. Su amargura y rudeza son innatas, pero se potencian con el odio. Para ellos la guerra, todas las guerras israelíes son morales, no se las pudo evitar. Son guerras impuestas por el enemigo. Ellos son el oasis de Oriente Medio, son el milagro, son los elegidos. O a la Ney Matogrosso: son la rosa de Hiroshima. Disparan y lloran. Lloriquean mientras matan y construyen nuevos asentamientos en los territorios ocupados. Ellos no quieren matar pero matan. Quieren la paz en la guerra. ¡Y se lo creen!
A no confundirse los que visiten Tel-Aviv, mundo de mini shorts, pop americano y multisexualidad. Debajo del pastito cuidado, de la gente paseando perros o andando en patines, detrás de la literatura local de medio pelo a la que le gusta leerse en tramas infantiles o dramitas cotidianos, detrás de boutiques divinas y el mundillo tanto corporativo como artístico, se esconde una perversidad guerrera, una santificación de la muerte propia y ajena, y se rinde culto al eterno consenso sobre la conquista y la opresión.
Pero este palabrerío tan adjetivado quería ser solicitada: solicito a mis amigos coles, a los que de alguna manera se criaron – como yo – dentro de las comunidades judías en Latinoamérica, con ese dejo de izquierda idisch, con determinada alegría de vivir rodeados de seres humanos diferentes, seducidos por la diversidad – que llego el momento de desdecirnos de manera rotunda de Israel: separar por fin el judaísmo de la doctrina nacional de este país acabado. A contrapelo de lo que aprendimos en la escuela – sionismo es racismo. Sionismo es también una forma de antisemitismo. El prototipo de ario israelí fracasó, y en su fracaso, como durante las ultimas semanas del nazismo en la guerra, quiere borrarnos a todos – quiere volar todos los puentes. Quieren morir en el odio automático y la pasión erótica por la guerra.
No apoyar más a Israel. No aportar dinero que el dinero estuvo y estará destinado a plantar bosques sobre pueblos palestinos destruidos. Que el dinero va para seguir construyendo la infraestructura de los asentamientos en los Territorios Ocupados y así anular cualquier plan de división territorial. Que el apoyo es utilizado para matar gente, asesinar chicos, probar nuevas armas, criar nuevos soldaditos zombis, carentes de ideas independientes.
Mirar a la cara a esta gente, y más en época de guerra, da miedo. Son rostros de gente que tiene náuseas cuando se utiliza la combinación de palabras “derechos-humanos”. Para ellos los derechos humanos son antisemitas. Justo ellos, que son los primeros antisemitas del planeta, los que se burlan del que no vive en Israel y lo consideran infrahumano. Ellos son los que utilizan la historia del pueblo judío como excusa para asesinar. Y todo para crear un país tan insulso, tan falto de creatividad, de humanismo, de literatura, de imaginación. Ellos son los que crearon un país en el que los militares son héroes culturales. Un país en el que las mujeres, para recibir igualdad de derechos, se convierten e imitan a los hombres. La mujer liberada es la mujer-hombre, la que abandona sus atributos para entrar en las guildas masculinas. Su mundo interior es el que se negó a imaginar un territorio pacífico, en el que la vida, la creación y la alegría, reemplacen al erotismo de la violencia.
¿Cómo vivo en este país? ¿Cómo conciliar con la idea de que mis impuestos aporten de alguna manera a la manutención de un sistema opresor y antidemocrático? Esas son cosas que me vengo preguntando hace bastantes años. En una época tenia la idea narcisista e inocente de que algo podría cambiar y que yo podría contribuir a ese cambio. Pero la única solución viable es la re-emigración, acto de por sí complicado, aunque no imposible. Creo que se acerca la materialización de ese acto.
Este país está acabado y es una vergüenza. Somos una vergüenza. No quiero vivir con la vergüenza a la que me llevaron mis decisiones de adolescente.
Pueden ver más en: http://losotrosjudios.com