Compra de virginidad y de niñas esposas a media hora del Centro
Una investigación del INAU detectó que, a diferencia de lo que ocurre en otras zonas del país, en el oeste de Montevideo se perpetran casi todas las formas posibles de explotación sexual de niñas, niños y adolescentes.
Vivir en la zona del Pantanoso puede ser un calvario cuando se cruzan pobreza y abuso.
Un adulto paga a la familia de una joven de 14 o 15 años mil pesos por su virginidad. Un hombre de 50 años llega a un arreglo con una familia humilde, le ofrece ayuda económica o una casa donde vivir a cambio de que una de las hijas adolescentes se convierta en su pareja. Niños y niñas obligados a generar material pornográfico, adolescentes que por la promesa de una vida mejor realizan espectáculos eróticos, se prostituyen en la calle o son víctimas de trata dentro del país.
Estas realidades conviven y se cruzan en el oeste de Montevideo, a media hora del Centro de la ciudad, donde más de la mitad de los 200.000 residentes tienen una o más necesidades básicas insatisfechas y el 19% tiene menos de 14 años, la gran mayoría en condición de extrema pobreza.
“Hay un hallazgo en este estudio. Se detectaron en la zona oeste, fundamentalmente en las cercanías del arroyo Pantanoso, todas las modalidades de explotación sexual de niños y adolescentes. Desde la prostitución callejera o en los espacios públicos hasta formas más veladas, como los casos de hombres de 40 o 50 años que conviven con chicas de 13 o 16 años gracias a un arreglo económico con sus familias. La situación es muy compleja y nos obliga a buscar alianzas con sectores públicos y privados para generar líneas de trabajo conjunto”, explicó a El País el coordinador del estudio, Luis Purtscher, presidente del Comité Nacional de Erradicación de la Explotación Sexual Comercial (Conapees).
Cristina Prego, socióloga integrante de la ONG El Paso, explicó a El País que la forma de explotación denominada “matrimonio forzoso” tiene en otros países, como la India, niveles de formalización y complejidad diferentes. Lo apreciado en el oeste montevideano no está vinculado a un casamiento o el pago de una dote, sino a arreglos por conveniencia. “Les dan la casa o un dinero y una de las hijas pasa a vivir con el adulto, como si fuera su pareja”, explicó.
También afirmó que la venta de vírgenes fue un fenómeno detectado en la zona metropolitana en 1995 a partir del trabajo de la socióloga María Elena Laurnaga. “Fue la primera vez que escuché que había un comercio en torno a la virginidad pero no había vuelto a aparecer este tema, al menos con este énfasis, hasta ahora”, explicó.
Para el estudio fueron entrevistados 53 referentes de la zona. La muestra cesó cuando los testimonios sobre la realidad del barrio comenzaron a repetirse.
Purtscher considera que con la explotación sexual de menores ocurre un fenómeno similar al de la violencia doméstica. Cuando la problemática se hizo visible, se tomó consciencia y se dejó de naturalizar por algunos, las denuncias aumentaron. “Hay más casos pero también hay un crecimiento de denuncias por hechos que antes se naturalizaban o la gente no se animaba a cuestionar”, sostuvo Purtscher.
Los números son elocuentes. Entre los años 2007 y 2009 se denunciaron solo 20 casos de explotación sexual de menores. En 2012 fueron 59 y diez más en 2013. Sin embargo, en lo que va del año van 79 denuncias, con lo que se puede estimar que 2014 cerrará con un importante aumento con relación a 2013.
Las parteras del Pereira Rossell quedaron mudas cuando a principios del año pasado una chica de 16 años contó cómo quedó embarazada y contrajo VIH. “Mi hermana es muy adicta y como debía mucho en la boca le pidieron que me llevara para pagar la deuda. Ahí me violaron muchos”, contó con su rostro inexpresivo.
Este relato no está incluido en el estudio pero sí hay parecidos. En la mayoría de los testimonios la pasta base está omnipresente. “Las bocas de droga están ligadas a sujetos con fuerte presencia en el barrio y poder económico, lo que los vuelve codiciados para algunas familias. El adicto pierde espacios de voluntad y la droga puede ser un moneda de cambio. El tema es cómo la víctima llegó hasta ahí”, sostuvo Purtscher.
Explotación en las redes
La investigación del Comité Nacional para la Erradicación de la Explotación Sexual Comercial y No Comercial de la Niñez y la Adolescencia, financiada por el INAU, realizó 53 entrevistas a referentes de la zona oeste (ver mapa). Para su realización participaron sociólogos, psicólogos y asistentes sociales.
Entre 2010 y 2014 se han capacitado en talleres para prevenir e identificar la explotación sexual de menores 1.000 operadores sociales e instituciones.
La explotación sexual de menores cruza todas las capas sociales, aunque se puede diferenciar en su forma. El INAU ha detectado un aumento de casos en menores de clase media donde la explotación comienza a través de la interacción en las redes sociales. Un adulto contacta a un menor, le pide una foto que muestre una parte de su cuerpo, luego un video y finalmente lo extorsiona.
También existen casos de explotación más velados y difíciles de probar, donde el acto sexual pasa a ser condición para que el menor acceda al mundo del modelaje o participe en una película.
En las “organizaciones” o “redes” de explotación hay sujetos que participan de forma pasiva y deslindan su responsabilidad. “Si un taxista lleva todos los días a una joven evidentemente menor al mismo lugar donde sabe que la prostituyen, por más que esté haciendo su trabajo sabe que la explotan. Si no denuncia, de alguna manera, es cómplice”, afirmó el sociólogo Luis Purtscher.
También estimó que si bien las familias de las víctimas tienen su cuota parte de responsabilidad, el foco debe ponerse sobre los adultos, que generalmente no son del barrio, y llegan hasta allí para aprovecharse de su condición de vulnerabilidad.
“Hay que preguntarse cuál fue la peripecia vital de los integrantes de esa familia y de la víctima. Cuál es su verdadero margen de libertad para elegir”, sostuvo Purtscher.