El frío de la locura
23/05/2011 Por [plazademayo.com](http://www.plazademayo.com/author/plazablog/)
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Por Nicolás Mavrakis
El Borda desde adentro. Una crónica sobre la situación del neuropsiquiátrico, a 33 días del corte de gas. Mientras internos y médicos se movilizan, Macri responde con evasivas.
I
Un interno deambula tranquilo por la entrada del Pabellón Central del Hospital Interdisciplinario Psicoasistencial José Tiburcio Borda. Pide prestado un cigarrillo, sale hasta el frente del edificio y se sienta en el suelo a disfrutar del sol. Hace treinta y tres días (y contando) que el hospital con 720 pacientes está sin gas y el calor pasó a convertirse en un bien escaso. «En las reuniones grupales el tema surge cada vez más. No es fácil para un paciente psiquiátrico tratar con cambios drásticos en su medio. En circunstancias normales, suele ser muy difícil para algunos la cuestión de bañarse. Ahora que el agua es fría, la situación es mucho peor», cuenta Hernán Scorofitz, uno de los psicólogos concurrentes que atiende en el Borda.
El circuito del «desmantelamiento» hospitalario porteño, profundizado bajo la gestión PRO, resulta particularmente siniestro en un centro psiquiátrico. La ausencia de servicios elementales como el gas no sólo frustra a los pacientes –muchos de los cuales llevan más de la mitad de sus vidas en el lugar–, estimulando su resignación e incluso su agresividad, sino que también provoca el alejamiento de muchos profesionales. Así, la continuidad de un tratamiento fructífero se vuelve cada vez más porosa. Los enfermeros, por su lado, se ven obligados a tratar en peores condiciones con pacientes cada vez más deteriorados. Desde hace treinta y tres días (y contando), ayudar a bañar a un paciente implica un complejo proceso de acumular agua recalentada en distintas pavas eléctricas, transportarlas hasta los pacientes y, a partir de ahí, lidiar con trapos y baldes y un creciente mal humor. Algo que no incluye remuneraciones extra. Y para peor: no son pocas las veces que el sistema eléctrico sobreexigido del hospital cede y la cuesta se vuelve más alta.
Las hornallas a gas, acumulando herrumbre. Las eléctricas se usan hasta para calentar el agua para el baño higiénico de los internos.
II
El 20 de abril, la empresa Metrogas registró una fuga de gas en uno de los caños centrales con influencia sobre la zona del Hospital Neuropsiquiátrico Braulio Moyano, vecino del Borda junto al Hospital Infanto-Juvenil Tobar García. A partir de ese momento, el suministro quedó interrumpido. La primera protesta fue en Semana Santa y surgió de un grupo de profesionales del hospital, autoconvocados por fuera de las asociaciones gremiales. «Ya se va a resolver», fue la respuesta del director del Borda, Ricardo Picasso. Poco a poco, los gremios de ATE, UPCN y SUTECBA, presentes en un centro de asistencia que hasta 1993 dependió del estado nacional, unieron sus fuerzas con la Asociación de Médicos Municipales y la Asociación de Profesionales del Borda para sumarse al reclamo. Según indicaron desde el gobierno porteño, las reparaciones involucrarían 12 kilómetros de tuberías, por lo que el optimismo en el Borda es escaso. Y las experiencias recientes con el mismo problema en los hospitales Rivadavia, Udaondo y Lagleyze tampoco perfilan un horizonte favorable. La semana pasada hubo un paro de 48 horas y este lunes se repitió una marcha hacia el Ministerio de Salud porteño.
«Antes en televisión salió un funcionario diciendo que el gas iba a volver este miércoles», dice entusiasmado un interno del Pabellón Central. El televisor suena a todo volumen y otros tres internos, sentados uno junto al otro ante una pequeña mesa, lo miran absortos. Frente a ellos, conectado de manera precaria a una de las paredes húmedas, hay uno de los pocos dispenser capaces de ofrecer hoy un poco de agua caliente. «El problema es que se acaba rápido», grita otro de los internos, contra el eco del televisor que resuena en el pabellón derruido. Mientras sostiene un pequeño mate de metal, agrega: «Se acaba rápido porque tienen que usar agua en la enfermería». Luego continúa su camino por uno de los largos pasillos hacia otra sala.
«El mate y el cigarrillo son dos elementos importantísimos para los internos», va a describir después Hernán Scorofitz. «En el medio psiquiátrico, funcionan como elementos importantes de cohesión social y ayudan a quebrar el aislamiento. Muchas veces abandonados por sus familiares y sin programas que les faciliten integrarse al mundo exterior, algo tan simple como la imposibilidad de preparar mate caliente afecta sus subjetividades y se transforma en un padecimiento».
«Padecimiento» es una palabra que describe bastante bien el estado general de los pisos, los techos, las paredes y los baños del Borda.
Termotanques eléctricos provisorios. La sobreexigencia de la capacidad eléctrica del neuropsiquiátrico provoca frecuentes cortes de luz.
III
Para calentar agua, ahora se usan anafes y pequeños termotanques eléctricos, instalados a la velocidad de la improvisación. Aún así, tampoco sirven para satisfacer la demanda cotidiana. La comida, en cambio, continúa llegando en condiciones aceptables porque depende de un servicio tercerizado ajeno al hospital. Igual que la limpieza.
Ante la llegada del invierno, el gobierno PRO ya anunció que llegarán “paneles térmicos”. «Los pacientes psiquiátricos fuman mucho y varios padecen enfermedades respiratorias crónicas, por lo que el frío realmente podría empeorar mucho la situación y en el peor de los casos volverla fatal», explica Scorofitz.
«El conflicto que hoy tiene el Borda tiene que ver con el gas, pero su situación no se resume a eso. También falta personal e insumos y es muy importante el traslado de pacientes a instituciones privadas. Para Mauricio Macri y Jorge Lemus, la salud es una política de negociados», opina Francisco “Tito” Nenna, legislador de Encuentro Popular para la Victoria. «Los subsuelos bajo la cocina tercerizada del Borda están inundados con aguas servidas. Esto es lamentable para la comunidad hospitalaria pero también es genocida para con los pacientes».
Con un presupuesto anual de 124 millones de pesos (de los cuales casi 9 millones están destinados a Mantenimiento y Reparaciones), un simple vistazo a las condiciones edilicias e higiénicas del Borda demuestra que el lugar no escapa a la lógica de abandono y subejecución presupuestaria que ha caracterizado al gobierno de Mauricio Macri. Según las denuncias presentadas en la Legislatura, terminado el primer trimestre de este año sólo se ejecutó el 24% del presupuesto para infraestructura y equipamiento en Salud. «Tampoco se invierte en objetos elementales como colchones ignífugos», explica otro de los profesionales del Borda, en referencia al incendio que, a principios de abril, le costó la vida a un paciente al que encontraron calcinado sobre su cama en el Sector 8 de Terapia a Corto Plazo. Días antes, el servicio 14-22 del hospital había sido clausurado por el Ministro de Salud porteño Jorge Lemus, tras una orden judicial en el marco de una causa por la inseguridad edilicia y de infraestructura del Borda iniciada en 2007. Aquella vez, la opción del gobierno de Macri ante la orden judicial fue elocuente: cerrar el servicio y relocalizar a los pacientes, en vez de realizar las refacciones necesarias. En ese contexto, la cantidad de camas ocupadas disminuye y el personal profesional –mucho del cual trabaja ad honorem– decide ir a trabajar a otros lugares. «Sin el acompañamiento de todos los que venimos a ayudarlos, los pacientes sólo tendrían pastillas y nada más», dice Scorofitz. Mientras el Borda se apaga, sus ocupantes quedan cada vez más vulnerables.
La cotidiana desolación del Borda.
IV
Las altas compulsivas de pacientes y las externaciones hacia pequeñas clínicas y centros psiquiátricos subvencionados se repiten cada vez más. Bajo el espíritu teóricamente positivo de “desinstitucionalizar” y “desestigmatizar” a los pacientes, a lo que se apunta es a tercerizar, vaciar y desintegrar la asistencia neuropsiquiátrica en los hospitales monovalentes como el Borda. El proceso se aceleró desde la gestión municipal de De La Rúa, pero la Ley Nacional de Salud Mental sancionada el año pasado con el apoyo de todo el arco político –ley que busca evitar la internación de los pacientes en institutos neuropsiquiátricos–, es la máxima instancia de un proyecto que busca fomentar nuevos negocios privados con la salud. «Porque, ¿en qué estado se encuentra el resto de los hospitales públicos para recibir un nuevo caudal de pacientes?», pregunta Scorofitz.
Esta semana, aprovechando el clima de campaña, los candidatos a la jefatura de gobierno Pino Solanas y Daniel Filmus (que como senador votó a favor de la nueva Ley de Salud Mental) se acercaron al Borda para «solidarizarse con el reclamo». Mientras tanto, gremios, trabajadores y profesionales coinciden en señalar que, detrás del desmantelamiento paulatino del hospital, lo que emerge es un importante interés inmobiliario en el valor de los terrenos, en el corazón de Barracas. Hace treinta y tres (y contando), la percepción general dentro del hospital es que, a medio camino entre los lucrativos polos inmobiliarios de Puerto Madero y Parque Roca, el gobierno de Macri busca favorecer nuevos negocios para la Corporación Buenos Aires Sur. Por eso temen su cierre definitivo. «El Borda va a seguir funcionando», es la posición oficial del Director de Salud Mental porteño (y ex director del Borda) Juan Garralda. Desde la bancada PRO en la Legislatura, mientras tanto, insisten en que «se están logrando respuestas con un cronograma mucho más acelerado que el que dice la oposición».
«La situación del Borda, el Moyano y el Tobar García forma parte del mismo estado de los 33 hospitales porteños. Con el Borda, lo que se inició desde 2008 es un proceso de descentralización hacia centros menores de los cuales tampoco se han construido los necesarios. Lo que sí hay son proyectos inmobiliarios privados de cifras millonarias, mientras el PRO aplica una política de ajuste y falta de ejecución presupuestaria», dice el legislador Nenna, que el próximo 31 trasladará la Comisión de Educación porteña al Borda mismo, con el plan de citar a los funcionarios responsables para que corroboren la situación del hospital.
«Escuché la letra de la canción que cantaste», le dice un trabajador del hospital a uno de los internos que, acompañado de un perro, camina cerca de un busto de Eva Perón. Con las zapatillas sin cordones, el paciente interrumpe su marcha, sonríe y comienza a hacer un esfuerzo notable por prestar atención. Lleva una mano en el bolsillo y con la otra sostiene un cigarrillo. «Fue difícil entenderla, pero me gustó la parte donde decís que querés tener amigos».
Internos, trabajadores y profesionales reclaman al jefe de gobierno Mauricio Macri una urgente solución.
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