Ser hincha de River o de Boca ya dejó de ser “hinchar por un club”. Son una filosofía, con marcadísimas diferencias. El hincha de River que va a una canchita con la remera puesta quiere jugar bien, uno ve a alguien con remera de River y dice “ese la rompe” por más gordo o larva que sea. Uno le va a pasar la pelota con otra confianza. El hincha de Boca con remera en cambio, genera desconfianza, uno ve a un hincha de Boca en el equipo rival y mira donde estacionó el auto, mira si tiene el carnet de la obra social al día. Si el hincha de Boca está en nuestro equipo por esas injusticias de la vida, uno ya se imagina teniendo que mediar (o entrar)en un 20 contra 20 por culpa de una patada que el equino propinó a un rival. El hincha de River está acostumbrado a que su remera combine con todo tipo de ropa. El hincha de Boca en cambio paulatinamente se acostumbra a que los colores no le permitan vestirse y ser agradable a la vista. Uno puede ir tranquilamente a un ágape de cualquier índole con una remera de River, podría ir inclusive a un casamiento con la 9 de Higuaín. Todo lo contrario pasa con la remera de Boca, con la que difícilmente se pueda siquiera acceder a la embajada de Suecia sin ser visto de reojo. Y un punto aparte para las zapatillas: mientras que River usa una marca alemana, sofisticada, equilibrada y sobria, los de la vereda de enfrente usan zapatillas colorinches de la última moda de los barrios bajos de los Estados Unidos, canoas gigantes que dicen a gritos “voy a robarte”.