La Argentina encabeza el ranking continental de robos, puesto indeseable que debería exigir de las autoridades toda la voluntad para erradicar esos delitos
El Observatorio de Seguridad Hemisférico de la OEA dio a conocer un ranking de las naciones de América de acuerdo con la tasa de robos cometidos en cada una de ellas. En esa tabla, la Argentina ocupa el primer lugar, con 973 delitos en perjuicio de la propiedad por cada 100.000 habitantes.
Con toda evidencia, se trata de una cifra muy inquietante. A fin de contar con puntos de referencia necesarios para poder ubicarnos frente a ella, basta compararla con datos semejantes de otras naciones. Así, la tasa de robos, siempre cada 100.000 pobladores, es de 542 en Chile, de 415 en Brasil, de 410 en Uruguay y de 123 en los Estados Unidos. Hay que señalar que la evaluación de los países se fundó en la información correspondiente al año 2010. En el caso de nuestro país, los últimos datos que recibió el Observatorio de la OEA se relacionan con 2008.
Puede agregarse que, con relación con los últimos años en nuestro medio, hay estimaciones diferentes, pues el Ministerio de Seguridad nacional afirmó un descenso, sobre todo en lo que atañe a delitos contra la propiedad, en especial en la ciudad de Buenos Aires. Sin embargo, ese juicio alentador no coincidió con el análisis realizado en la jurisdicción porteña al dibujar el mapa del delito en esta ciudad.
En lo concerniente a homicidios, las autoridades argentinas han aludido a un descenso muy positivo: 5,5 por cada 100.000 habitantes. Sólo tres países americanos se ubican por debajo de esa cifra: en Canadá es de 1,5; en Chile, de 3,5, y en los Estados Unidos, de 4,6. Sin embargo, hay discrepancias que llaman la atención. El promedio continental en materia de homicidios es de 15,6; la cifra más alta se registra en Honduras: 91,6; en Brasil alcanza a 21, en Colombia a 37,7.
Las diferencias que se observan pueden originarse en distintas interpretaciones del segmento “homicidios de intención no determinada”, ítem que puso en cuestión el Ministerio de Salud nacional y del que dejamos constancia en el editorial “La seguridad, también disfrazada”, en donde se aclaraba que el ministerio advierte que “los datos oficiales subestiman las reales tasas de homicidios, al haber hecho crecer en forma anormal en los últimos años, en las partidas de defunción, el casillero «muerte por causa externa de intención determinada», un artilugio semántico en el que se derivan fallecimientos violentos sin especificar cómo ocurrieron”.
Si bien los datos de una realidad delictiva que nos alarma referida a los robos que padece la población están limitados a 2008, las cifras revelan con dura objetividad que el temor reinante por la inseguridad dista de ser una mera sensación, como algún funcionario pretendió. Manipular palabras no sirve para ocultar una triste verdad que no hubiéramos imaginado: el país encabeza el ranking continental de los robos, puesto indeseable que debería convocar el mayor y más eficiente esfuerzo de las autoridades a fin de erradicar formas del delito que cotidianamente nos estremecen…
Mientras tanto Nilda Garré se preocupa más por un ladrón que estuvo esposado bajo la lluvia…