Luego de ver los reiterados fracasos a nivel sub 15, sub 17, el papelón del sub 20 y la verguenza que pasó la mayor clasificando angustiosamente durante las eliminatorias, con papelones como el 0-6 con Bolivia y el 1-3 con Brasil de local, quedó demostrado que la generación del '86 fue una camada de buenos jugadores junto a un gran jugador que ganó un mundial, pero como DT’s dejan mucho que desear.
Ahora tampoco es que esto es algo nuevo. Para eso basta ver cuantos jugadores de esa generación han ganado algo o han tenido grandes rendimientos con sus equipos. Salvo el caso de Pumpido (campeón de Libertadores con Olimpia) y Borghi (multicampeón en Chile), el resto ha tenido pasos por clubes, cuanto menos, discreto: Burruchaga, Maradona, Batista, Ruggeri, Brown, Clausen, Bochini y otros que directamente ni siquiera han dirigido, como Olarticoechea, Valdano (piden su cabeza en Madrid), Enrique, Garré, Giusti y un etcétera que abarcaría al resto del plantel.
A lo que voy es que estos tipos fueron grandes jugadores, tienen la “mística ganadora”, son referentes en la Selección y seguramente se pondrían la celeste y blanca y rendirían o dejarían la piel, pero como DT’s poseen conocimientos futbolísticos muy limitados, no saben bajar un mensaje y les cuesta mucho armar un equipo que juegue bien, o que por lo menos de una sensación de superioridad frente a rivales que, a priori, son inferiores.
Se podrá hablar de que la calidad del futbolista argentino decayó, que todo se emparejó hacia abajo, que no tenemos tanto como creemos, que ahora no se siente tanto la camiseta y toda la bola. Y puede ser verdad, pero la realidad marca que desde que esta generación agarró los rumbos de la Selección, la verdad que los resultados y, sobre todo, los rendimientos no han acompañado.
Patalearon tanto por una “chance”, bueno ahora la tienen. Y decididamente la están desaprovechando.
Luego de ver el fracaso de este Mundial, no queda nada más que confirmarlo. Espero que a partir de ahora, ninguno rompa más las pelotas…