A 25 años de la primera Libertadores, el Beto Alonso les saca lustre a los campeones y se les anima a Messi y compañía: “Eramos un equipo de hombres; cuando apretábamos los dientes, no nos podían Superar”.
El 29 de octubre de 1986, el mundo entero aún hablaba del encuentro que habían protagonizado Ronald Reagan (presidente de Estados Unidos) y Mijail Gorbachov (de la URSS), en Islandia. Y en la Argentina, a ocho meses de ver de cerca el paso del cometa Halley y a sólo cuatro de la conquista del Mundial de México, el River del mágico Norberto Alonso ganaba la primera Copa Libertadores de su historia. “Ese River fue el último gran equipo argentino. Ese equipo era como un seleccionado”, recuerda el Beto a 25 años de aquella hazaña.
-Lo decís convencido.
-Sí, porque ganaba en cualquier lado, en todas las canchas, en Colombia, en donde jugase. Yo recuerdo el River del 75 y el del 86. Dos equipazos.
-Veira lo definió así: “Atrás era Vietnam. Y adelante, explosssión”.
-Ja, ja, fue una de las tantas salidas del Bambino. Era un equipo de hombres. Y muy inteligente.
-¿Sería igual de ganador en esta época? -Si en ese momento fue el mejor, imaginátelo hoy. Lo quisiera agarrar al Barcelona con ese River…
-¿Al Barsa de Messi y de Guardiola? ¿Y cómo terminaría el partido? -A ese River, el Barcelona no le ganaba. Seguro.
-¿Seguro? -Segurísimo. Cuando apretábamos los dientes, no nos podían ganar. ¿Sabés lo que valdría Centurión hoy? Goleador de Copa, tenía cabezazo, era guapo… ¡Mamita querida! ¿Cuánto valdría? ¿40 millones? ¡Qué equipo era! A través de Olé quisiera mandarles un saludo a todos los muchachos. Logramos cosas importantes y siempre como equipo. En los ratos libres éramos alegres. Pero jugando, te matábamos.
-¿Cuál fue el momento más difícil de la Copa? -El cruce con Argentinos. Me acuerdo que el Barcelona de Guayaquil le había ganado 1-0 a Argentinos y en ese partido veo que a Lupo Quiñónez, la figura del equipo ecuatoriano, no lo podían parar: él manejaba todo, ¡hasta a la hinchada! “Cuando nos enfrentemos, éste se va afuera conmigo”, pensé.
-¿Y qué pasó? -A los 15’ nos cruzamos los dos en la mitad de la cancha y le metí una plancha que… No lo lastimé, eh. Pero el árbitro nos expulsó a los dos.
-¡Todo mal! -Nooo, hicimos negocio. Quiñónez era mucho más importante para el Barcelona que yo para River. Pero el cruce con Argentinos fue el más jodido de todos: empatamos 0-0, perdimos 2-0 con goles de Castro y de Videla, y tuvimos que ir a un desempate. Y otra vez empatamos. Pero fue un empate mentiroso, con llegadas para los dos equipos. Pasamos nosotros. Pero fue el momento más complicado de la Copa.
-Te acordás de todo…
-¡¿Cómo no me voy a acordar?! Cuando uno ama lo que hizo, es difícil poder olvidarlo. Yo a River lo amé y lo sigo amando.
-¿Con América de Cali ganaron la final soñada? -Fue una final brava, durísima… En el partido de ida, en Colombia, había gente extraña en la cancha. Fotógrafos que, en realidad, eran hinchas de ellos. Uno lo quiso apretar al Negro Enrique, pero yo salté y lo reputeé. Me acuerdo de la jugada del gol. Le digo al Tolo: “Que Montenegro se avive, que no se duerma”. Gallego le avisa, le doy la pelota, Montenegro tira el centro y Alzamendi, un fenómeno, me la deja servida. Fue el 2-0. Hacía años que ellos no perdían como locales…
-¿Con el 2-1 allá ya te sentiste campeón? -No. Les pedí a los hinchas que vinieran a la cancha pero que no festejaran antes de tiempo. Hasta que Enrique roba una pelota en la mitad de la cancha y se la pasa al Búfalo, que se saca a uno de encima, cuerpea entre dos y mete un zurdazo que no olvidaré jamás… ¡Funes se los llevaba a la rastra! ¡Con esas manitos que tenía! ¿Te cuento una anécdota? -Dale.
-El Negro Enrique se peleaba con Gallego en medio de los partidos, je. Yo iba y le decía al Negro: “No le des bola, vos tenés razón”. Y después me acercaba al Tolo y le decía: “Dejate de joder, que si se enoja y no corre él, voy a tener que hacerlo yo”.
-¿Qué sentiste cuando levantaste la Copa? -El Tolo, que era el capitán, me la pasó. Imaginate la alegría que sentí… Lo primero que hice fue mirar al cielo y agradecerle a Dios. Estaba muy emocionado y encima veía que todos mis compañeros me venían a saludar. Yo había nacido en River y era mi asignatura pendiente. En el fondo, yo sabía que ellos querían que el Beto ganara la Copa Libertadores.