Venezuela: la salud de Chavez

Van con TODO pago.

Acá cris está rezando que gane chavez con los petrodolares que le manda y le presta… capriles le va a cortar el chorro automáticamente…

Hablando de La Cámpora, el otro día se fueron dirigentes de La Cámpora, La Mella y el Mov Evita en avión a Venezuela para apoyar a Chavez…
saludos a “la izquierda independiente”!

Esto generará puteadas por doquier pero bueno… esto salió en Twitter.

Y Barone en las elecciones de Cuba, dejemos de joder…

El programa de Lanata realmente es una mierda, derechista, gorilón y que termina criticando por derecha tanto al kirchnerismo como al chavismo… yo lo veo y “filtro” la bajada de linea que tiene porque sé a donde apunta, apunta a los Capriles, a los Binner, a los Macri. Igualmente esto no quita que muchisimas cosas que se dicen del gobierno sean ciertas inflación, inseguridad, corrupción, trabajadores en negro, precarizados, sueldos miserables, jubilación miserable, etc, etc, etc el problema pasa porque la “solución” que te impulsan desde estos programas es “la ética, la honestidad, la institucionalidad, la libertad económica, etc” como si estas fueran las causas de los problemas.

Perdón por la ignorancia, pero qué significa eso? una especie de fiscal?

y yo creo que con eso solucionás el 80% de los problemas

Honestismo - Por Martín Caparrós

Hoy querría –por una vez y sin que sirva de precedente– que me entendieran. He hablado últimamente de “honestismo”; he notado, en ciertas respuestas y comentarios, que no supe explicarlo. Martín Caparrós.

–Qué novedad, Caparrós. ¿No es lo que le pasa siempre?

Supongo, y por eso insisto: llamé honestismo a esa idea tan difundida según la cual –casi– todos los males de la Argentina contemporánea son producto de la corrupción en general y de la corrupción de los políticos en particular. El honestismo es un producto de los noventa, ante el despliegue de corrupción menemista, y fue alentada por cierto periodismo –el más valiente– que trató de mostrarla. Fue un éxito: la sociedad se escandalizó ante esos errores y excesos y no miró los cambios estructurales, decisivos, que el menemismo estaba produciendo en la Argentina. Fue tal el éxito que permitió el surgimiento y apogeo de una de las fuerzas políticas más aberrantes de nuestra historia de fuerzas aberrantes: ese consorcio entre el conservadurismo católico de De la Rúa y el progresismo acomodaticio de Álvarez que recordamos –poco– bajo el nombre de Alianza.

Ahora la furia honestista se mantiene y permite que muchas de las campañas políticas actuales se basen en ella, y muchos políticos la aprovechen para centrar su discurso en la denuncia de la corrupción y dejar de lado definiciones políticas, sociales, económicas. O, como decía aquí mismo el otro día: “El honestismo es la tristeza más insistente de la democracia argentina: la idea de que cualquier análisis debe basarse en la pregunta criminal: quiénes roban, quiénes no roban. Como si no pudiéramos pensar más allá…”.

–¿Y usted qué prefiere, Caparrós? ¿Que roben? Usted debe de ser de esos que dicen “que roben pero que hagan”.

Me lo han dicho varios y me sorprende: yo jamás dije –ni pensé– tal pavada. Yo digo que la honestidad es el grado cero de la actuación política y que por supuesto hay que exigirle a cualquier político –como a cualquier empresario, ingeniero, maestra, domador de pulgas– que sea honesto. Que, por supuesto, la mayoría de los políticos argentinos no lo parecen. Que, por supuesto, es necesario conseguir que lo sean. Pero que eso, en política, no alcanza para nada: que un político sea honesto no define en absoluto su línea política. Por eso digo que la honestidad es –o debería ser– un dato menor: el mínimo común denominador a partir del cual hay que empezar a preguntarse qué política propone y aplica cada cual.

–¿Y entonces qué problema se hace, Caparrós? Si usted también quiere que sean honestos, por qué dice esas cosas…

Porque creo que hay muchos que siguen currando con eso de la honestidad: con la denuncia, con los prontuarios ajenos, con la promesa propia. Y, con eso, clausuran el debate sobre el poder, la riqueza, las clases sociales: acá lo que necesitamos son gobernantes honestos, dicen, y la honestidad no es de izquierda ni de derecha. La honestidad quizá no, pero los honestos seguro que sí. Se puede ser muy honestamente de izquierda y muy honestamente de derecha, y ahí va a estar la diferencia. Quien administre muy honestamente en favor de los que tienen menos –dedicando honestamente el dinero público a mejorar hospitales y escuelas– será más de izquierda; quien administre muy honestamente en favor de los que tienen más –dedicando honestamente el dinero público a mejorar autopistas, parkings, teatros de ópera– será más de derecha. Quien disponga muy honestamente cobrar más impuestos a las ganancias y menos IVA sobre el pan y la leche será más de izquierda; quien disponga muy honestamente no cobrar impuestos a las actividades financieras y sí al trabajo asalariado será más de derecha. Quien decida muy honestamente facilitar el uso de anticonceptivos será más de izquierda; quien decida muy honestamente acatar las prohibiciones eclesiásticas será más de derecha. Quien decida muy honestamente educar a los chicos pobres para sacarlos de la calle será más de izquierda; quien decida muy honestamente llenar esas calles de policías y de armas será más de derecha. Y sus gobiernos, tan honesto el uno como el otro, serán radicalmente diferentes. Digo, en síntesis: la honestidad –y la voluntad y la capacidad y la eficacia–, cuando existen, actúan, forzosamente, con un programa de izquierda o de derecha.

–Sí, todo bien, pero si los políticos no robaran, muchas cosas serían mejores. La salud y la educación serían mejores, por ejemplo.

Me han dicho varios lectores, y es el argumento clásico del honestismo progre y yo digo que sí, que un poquito mejores. Pero lo que define la salud o la educación argentinas no es que quienes tienen que organizar sus prestaciones públicas se roben un 10, un 20, un 30 por ciento del dinero destinado a ellas; lo que las define es que –gracias a la dictadura militar y sus continuadores democráticos– los argentinos que pueden hacerlo compran salud y educación privadas, y dejan a los pobres esa educación y esa salud públicas que los políticos corroen. O sea: si este mismo sistema estuviera administrado sin la menor fisura, habría –supongamos– un tercio más de recursos para hospitales y escuelas, y los pobres tendrían un poco más de gasa y un poco más de vacunas y un poco más de tiza –y los ricos seguirían teniendo tomógrafos y bypasses al toque y computadoras en el aula. Quiero decir: si todos los políticos fueran honestos, todavía tendríamos que tomar las decisiones básicas: en este caso, por ejemplo, si queremos que haya educación y salud de primera y de segunda, o no. Si queremos que un rico tenga muchísimas más posibilidades de sobrevivir a un infarto que un pobre, o no. Si pensamos que saber matemáticas es el derecho de los hijos de los que ganan más de cuatro lucas, o no.

Pero muchos políticos –y muchos ciudadanos– evitan discutirlo y hablan de la corrupción, que es más fácil y es decir casi nada: ¿quién va a proclamar que está a favor del cáncer? El honestismo es la forma de no pensar en ciertas cosas, un modo parlanchín de callarse la boca. O, para decirlo como lo escribí hace justo diez años, en una nota que se llamaba “El curro de la corrupción”: “Un día nuestros gobernantes serán probos, ignorarán todo sobre las islas Caimán, usarán su propio coche para irse de shopping y denunciarán a su secretaria cuando se limpie las uñas con un clip del Estado: eso es, al menos, lo que nos prometen últimamente casi todos los líderes políticos. Ese día va a ser espeluznante; ese día nuestras esperanzas, si es que todavía las tenemos, caerán procelosas como guano de paloma sobre testas peladas. ¿Será que vamos a esperar hasta ese día para descubrir el curro de la corrupción? ”

–¡Sí, de veras! ¡Qué indignación, hermano, nos afanan sin parar! ”

–No, no me entendiste. Lo que vos decís es la corrupción. Yo te decía el curro de la corrupción. ”Ese día tan esperado, cuando nuestros gobernantes sean tan buenos como la madre Teresa de Calcuta, va a ser estremecedor: ese día, tres millones de desocupados se van a dar cuenta de que siguen estando desocupados; diez millones de pobres van a ver que son igual de pobres; treinta millones de argentinos van a entender que el país está hecho para los otros ocho o nueve, aunque ahora lo van a administrar con honra. Y –quizás, ese día– sí va a pasar algo”.

El “honestismo” para Caparrós « Sin Corrupción

Mirá a quién cita el hijo de puta… un grande sos gus, en un par de meses ya te veo comprando el libro del turco asís contra clarín y citándolo…

No pasa por ahí la cosa, todos los políticos tradicionales representan diferentes intereses tanto de las burguesias agraria, industrial, financiera, como así tambien de la pequeña burguesia (sectores de clase media).
Binner, CFK, Macri, Carrió, Alfonsín, todos están apoyados por diferentes empresarios nacionales y extranjeros a los que ellos tienen que responder porque estos le bancan la campaña y a la vez tienen negociados con los políticos. Ante este panorama cualquier político que defienda intereses de este tipo, si llegan a ponerse en peligro los intereses que están defendiendo van acudir a todas las herramientas posibles para sostenerse en el poder, es decir la “etica, honestidad”, etc es para la gilada. De todos los politicos patronales no hay 1 que no haya estado en la mierda…

Antes era chévere Caparros :stuck_out_tongue:

Sin ética y honestidad todo lo otro es al pedo, no hay izquierda, no hay derecha, hay mejores y peores negocios.

Volviendo al thread los venezolanos usan voto electrónico??

El mejor ejemplo de lo que plantea la nota de Caparrós.

si ya sé, la nota es una boludez del tamaño del monumental. En un país en donde tenemos los problemas de justicia que tenemos, los casos de corrupción que tenemos el tipo plantea que la honestidad y la ética no son tan importantes.
Si Aguilar hubiera sido un 50% honesto hoy no estariamos como estamos.

Ahi lo encontré los venezolanos votan con voto electrónico :lol::lol::lol: pobres, encima les dicen que el voto es secreto :mrgreen:

El voto secreto en Venezuela se sabe que no existe. Se presiona a quien no es chavista por los votos de un referéndum previo a lo que fue el golpe que fracasó contra Chávez donde cualquier pedido de aumento de sueldo o te cuesta quedar postergado en el laburo en cuanto ascensos y demás. Y no hablo de la administración pública únicamente. Esto me lo ha contado más de una persona que vivió y laburó en Caracas.

Y como de demuestra el voto ?

[MENTION=2264]Millonario80[/MENTION]: No tengo ni la más puta idea de cómo saben su voto pero te juro que me lo contaron como que se dio en más de un caso de tipos que ni siquiera militaban en el antichavismo o que insultaran abiertamente en los pasillos contra Hugo Chávez. Quizás tuvieron mala suerte de que pasó en los laburos en más de una oportunidad a 4 personas que vivieron en Caracas. Yo no suelo creer en las casualidades.

Quiero petrodolares.

Ok, a mí sinceramente me suena a intento de desconocer la legitimidad de los gobiernos de Chavez. Estaría bueno, posteriormente a las elecciones, analizar si las encuestas ( que entiendo no son susceptibles de amenazas, a menos que estemos hablando de un totalitarismo extremo cual novela distópica ) previas se condicen aproximadamente con los resultados reales de las elecciones. Si hay una gran diferencia, punto a favor de la sospecha, si más o menos coinciden, me parece que va a resultar más difícil sostener la teoría esta que apunta al fraude.

Me voy a quedar con una frase que dejaste vos mismo el otro día de un blog:

“Desconfiar de todo no es un rasgo de inteligencia, la inteligencia viene después: cuando la desconfianza te lleva a analizar los hechos, los datos y a formarte una opinión de acuerdo a eso.”