Fernando Iglesias de la Coalición Cívica propone internas entre el FA UNEN y el PRO. Te mando un abrazo Pino!
En 2015, ni alianza ni fragmentación
Nada puede entenderse de la política argentina si se ignora su hecho fundamental: un solo partido, el peronista, ha gobernado 23 de los últimos 25 años gracias a su éxito en convencer a la sociedad argentina de que todo lo malo sucedido en el país se produjo durante los dos años en que no gobernó. La mecánica democrática, que supone que quien gobierna mal pierde las elecciones y es reemplazado en el ejercicio del poder, se ha tornado una utopía en este país de originalidades descendentes. Semejante anomalía y sus consecuencias, cuya magnitud en términos de decadencia es innecesario ya puntualizar, desbordan todo intento de comprensión bajo el eje derecha-izquierda y organiza dos escenarios post-2015 igualmente posibles: el de una república todavía factible, pero que se juega sus últimas chances, y el de la prolongación de una hegemonía peronista cuyos efectos sobre la realidad es innecesario, también, explicar.
Sin embargo, la comprensión de una realidad tan simple y la aceptación de que bajo otro ciclo hegemónico peronista el país no tendrá salida ni destino escasean entre la oposición responsable de generar una alternativa de poder. Unos proponen que Pro y el Frente Amplio-UNEN configuren un espacio político unificado que concentre el voto opositor y pueda ser gobierno en 2015, como si nada hubiera sucedido en el país entre 1999 y 2001. Otros responden con la necesidad de Pro y del FA-UNEN de afianzar sus identidades ideológicas y programáticas; como si lo fundamental fuera si la oposición al peronismo es de centroderecha o de centroizquierda, y no las consecuencias económico-político-sociales del seguro triunfo peronista al que la fragmentación opositora inevitablemente conducirá.
Los primeros parecen no haber aprendido de las limitaciones intrínsecas al amontonamiento político que la experiencia de la Alianza explicitó. Los segundos olvidan el resultado previsible de una configuración similar a la que en 2003 consagró un ballottage entre dos peronistas: Menem y Kirchner, con un primer turno disputado por ambos como candidatos peronistas “de derecha” y “de izquierda” (como Massa y Scioli hoy) y un esquema similar en la oposición, donde el candidato de UNEN ocuparía el lugar que entonces ocupó Carrió, y Mauricio Macri, el de López Murphy de 2003. Basta imaginar lo distinto que sería el país si en 2003 hubiera triunfado la fórmula López Murphy-Carrió o Carrió-López Murphy para comprender lo que está en juego también hoy.
Si las cosas continúan por los actuales carriles, la oposición tendrá escasas chances de ganar en 2015 y aun menores posibilidades de gobernar en el dudoso caso de ganar. Asistimos, por lo tanto, a una renuncia a la disputa por el poder tan grave como la que en 1994 llevó, Pacto de Olivos mediante, a estos veinte años de hegemonía peronista que han devastado el país. Pero lo inexplicable, lo inconcebible, lo indignante, es que la alternativa forzosa entre una nueva Alianza y la fragmentación opositora es innecesaria en el marco del actual régimen electoral.
En efecto, los mecanismos previstos por la actual ley proveen a la oposición el mecanismo adecuado para acceder al poder sin transformar la unidad en amontonamiento. Hablo de las PASO, en las cuales un solo candidato presidencial del FA-UNEN elegido en una interna precedente, y Macri, candidato de Pro, podrían perfectamente dirimir una única candidatura republicana opositora al sistema peronista. Insisto: las estrategias perdedoras del amontonamiento aliancista que proponen unos y de la fragmentación favorable al massismo con la que responden otros pueden ser superadas mediante el uso inteligente de las PASO como gran interna opositora, sin necesidad de que de ella surja un gobierno conjunto FA-UNEN-Pro que repita las indecisiones delarruistas.
Una interna, y no una alianza, haría posible en 2015 un gobierno con coherencia ideológica y programática, del FA-UNEN o de Pro, con bloques separados en ambas cámaras y compromiso democrático-republicano de preservarlo de las conspiraciones sindicales y las destituciones civiles que el peronismo ha empleado con éxito contra Alfonsín y contra De la Rúa, según confesión pública de la presidenta de la Nación.
Las ventajas de esta estrategia son evidentes. En primer lugar, evitaría la fuga de votos pro gobernabilidad al massismo, percibido como mal menor ante el kirchnerismo en el escenario antidemocrático del “A este país, sólo el peronismo lo puede gobernar”. En segundo lugar, potenciaría las PASO opositoras entre FA-UNEN y Pro de una manera que el peronismo no podría equiparar, captando millones de votos y enviando un fuerte mensaje a todos esos ciudadanos que observan hoy con desesperanza la inacción que ha regalado al ex jefe de Gabinete de Cristina Kirchner el rol de principal candidato “opositor”. En tercer lugar, un solo candidato opositor en la primera rueda electoral tendría garantizado el acceso al ballottage y buenas posibilidades de triunfar en él. Cuarto, un acuerdo nacional entre Pro y el FA-UNEN constituiría de hecho un pacto de gobernabilidad democrático-republicana y legitimaría las muchas alianzas opositoras entre ambos espacios que se están dando ya, casi naturalmente, en muchas provincias. Sobra decirlo, para un gobierno no peronista sólo será posible concluir un eventual mandato 2015-2019 si se obtiene la gobernación de varias de las grandes provincias argentinas. A falta de la de Buenos Aires, donde un triunfo opositor parece imposible, buenas serían Córdoba, Mendoza y Santa Fe, que sin acuerdos FA-UNEN-Pro quedarán en manos del peronismo opositor de sí mismo. Quinto y último, la táctica de usar las PASO como gran interna opositora entre su ala de centroizquierda y de centroderecha permitiría tanto al FA-UNEN como a Pro continuar su tarea de construcción político-partidaria autónoma, en la esperanza de que se conviertan en la expresión local de las dos grandes fuerzas progresistas de la modernidad, la socialdemocracia y el liberalismo, ausentes del escenario argentino desde que sus espacios fueran cooptados, en 1930, por la alianza inamistosa entre el Partido Populista y el Partido Militar.
La historia del mundo tampoco deja espacio para dudas: primero se tiene gobierno, después se democratiza ese gobierno y sólo entonces, finalmente, la tensión entre derecha e izquierda puede expresarse. Más precisamente en el marco de instituciones democrático-republicanas como la Asamblea Francesa, en la que la distinción entre derecha e izquierda emergió por primera vez. El primer dilema político no está constituido, pues, por la tensión entre derecha e izquierda, sino por la opción entre gobierno y anarquía, y el segundo, por la de gobierno autoritario-gobierno republicano; dilemas irresueltos en este país cuyas consecuencias sobre la realidad no es necesario, tampoco, mencionar. Ambas tensiones (gobierno-anarquía y gobierno autoritario-gobierno republicano) encuentran al FA-UNEN y a Pro del mismo lado, con el peronismo “de derecha”, “de izquierda” y “de centro” como antagonista exitoso, hay que reconocerlo, que apuesta a la prolongación indefinida del orden peronista instaurado mediante las anarquías deliberadas de 1989 y 2001 y la hegemonía populista que las sucedió. He aquí la verdadera polaridad política que busca su resolución en 2015 y que, lamentablemente, poco tiene que ver con las que algunos opositores parecen habitar, más propias del Parlamento sueco.
Ni nueva Alianza ni fragmentación. Tengamos República, y lo demás no importa nada. Tengamos República y después veamos quién es de derecha y quién de izquierda. De lo contrario, las mafias de todo tipo que hoy proliferan terminarán de apropiarse del país. La oposición tiene la obligación política y ética de garantizar el acceso de uno de sus candidatos al ballottage y permitir a los ciudadanos argentinos optar entre la República y la continuidad de la hegemonía peronista. Y el primer paso para lograrlo es permitir que los ciudadanos opositores decidan si quieren que el candidato opositor al peronismo sea de centroderecha o de centroizquierda. En las PASO, y no en la segunda vuelta, cuando nuevamente será demasiado tarde para oponerse a otra década de populismo en el poder. Todo lo demás es egoísmo, ceguera y mezquindad disfrazados de convicción.
En 2015, ni alianza ni fragmentación - 21.07.2014 - lanacion.com *