Pobre Boquita, qué club a la deriva, a la buena de nadie, saliendo adelante únicamente por el empuje de su gente, siempre atacado por los poderosos. El club que nunca recibió plata o terrenos de lujo como regalos del Estado por medio de convenios turbios. El club que nunca tuvo como mandamás a un empresario oligarca multimillonario (y luego presidente del país) proveniente de una familia que se hizo rica robándole al Estado y haciendo tratos incluso con la dictadura; ni a otro multimillonario empresario bingero y operador judicial y político con un poder monstruoso y llegada a los servicios de inteligencia. Un club que nunca tuvo enquistado al aparato político de turno, que siempre fue el club más atacado desde los medios, el más condicionado por los arbitrajes, al que siempre cagaron sistemáticamente la Conmebol y la AFA, el club que nunca le robó nada a nadie, el club que nunca tuvo gente de su riñón en posiciones de relevancia dentro y fuera del mundo del fútbol, el club que le ganó un Mundial de clubes al Real Madrid sin ninguna polémica a su favor. El club que nunca cagó a Vélez para robarle su puesto legítimo en la Copa Libertadores. El club que nunca se opuso al VAR, el club que nunca le hizo homenaje a su barrabrava, el club que no tuvo nada que ver con la paulatina desaparición de las hinchadas visitantes. Un club al que nunca se le encontraron escuchas del presidente de la AFA arreglando con árbitros para favorecerlo. Un club que nunca recurrió al doping sistemático con Lorenzo como DT y cuyos agentes encargados de hacer el antidoping nunca se perdieron llegando a la cancha.
Pobre Boquita, ese club popular que representa todos los buenos valores argentinos y siempre es el muchachito bueno de la película en contra de todo.