“Salvemos al Monumental: la historia jamás contada”, por Sebastián Rafael de Elía
La última gran reforma que recibió nuestro estadio se realizó entre los años 1976 y 1978, de manera que luciera impecable de cara al Mundial Argentina 78. Hoy, a más de tres décadas de aquel acontecimiento, el Monumental luce un estado de deterioro inimaginable luego del fabuloso trabajo realizado para dicha ocasión. Las sucesivas dirigencias jamás tuvieron en cuenta el correcto mantenimiento del edificio, el cual recibió solamente intervenciones muy puntuales, tal el caso de la construcción de los palcos VIP, los nuevos entrepisos destinados al Instituto River Plate y al sector prensa, o el recambio de los reflectores de la corona de luces, obras importantes sin duda, pero que no resuelven los problemas que sufre una estructura construida en su mayoría hacia 1938. Filtraciones a través de las juntas del hormigón con el riesgo de corrosión del acero, sanitarios destruidos, asientos de madera que tienen entre 35 y 75 años, carencias en la iluminación general, una pista de atletismo inutilizable, incomodidad en las gradas producto de alambrados innecesarios. Todo maquillado con una mano de pintura que cada una década renueva la estética, mientras los puntos críticos a solucionar son olvidados para otra ocasión, como si no existiesen. Por ello, sea quien fuere el que gobierne la institución, debe saber de antemano que realizar una renovación profunda ya no es un lujo, sino una auténtica necesidad.
Las últimas reformas se realizaron entre 1976 y 1978, merced de un préstamo que el gobierno militar le hizo a River y que el club debió pagar con el paso de los años. Los trabajos de remodelación dejaron al Monumental tan hermoso como nunca se vio. Se construyó la bandeja superior de la cuarta tribuna, la Almirante Brown (hoy, Sívori), lo cual elevó a 70 kilómetros la longitud de las gradas. Se le instaló tecnología desconocida en este país, como los antiguos tableros Autotrol, uno en cada tribuna, siendo el más grande el que está precisamente, detrás de la Sívori. Se incorporó un nuevo sistema de iluminación, llamado banda luminosa, en forma de corona, constituido por 216 reflectores y se le dio una nueva fisonomía en colores rojo, verde, anaranjado, ocre y blanco tiza, que le dieron un aspecto absolutamente diferente y moderno.
Por desgracia, Liberti no llegó a verlo así. Murió en 1976. Su obra se convertiría dos años después en uno de los pocos estadios del mundo que fueran sede tanto de la inauguración como de la final de una Copa del Mundo FIFA.
El 29 de noviembre de 1986, un día después de cumplirse una década de su fallecimiento, nuestra casa fue bautizada con su nombre. Desde entonces, se lo llama Estadio Monumental Antonio Vespucio Liberti.