Diste en el punto. Todo pasa por el placer instantáneo y gozar lo más posible hoy, aunque mañana me pegue un palo y sufra la falta de previsión o planificación. Pero ojo, es la idea de placer y goce que te vende el sistema por conveniencia propia para sacarte plata por un lado y adormecerte por el otro. Un defecto más del “ahora o nada” que se impone en todos los ámbitos (ni hablar desde la publicidad). Fijate lo que pasa con el turismo por ejemplo, que explotó como nunca antes y al mismo tiempo se destruyó por completo la idea del viaje cultural o de descubrimiento. No me refiero a la gente que se va 10 días a una playa para descansar o salir de fiesta, lo cual no tiene nada de malo, sino a los que se llaman viajeros porque van armando una lista de lugares interminables que ven pero no experimentan. Lugares donde estuvo Juanita o Pepito y los encaprichan, aunque en su vida hayan sentido algún interés en ellos, o que buscaron previamente en internet para hacer el resumen de fotos y pasar al siguiente. Ese fenómeno me llama mucho la atención y tiene que ver con el furor de las redes sociales junto con la necesidad extrema de mostrarse en todo momento (o trascender de alguna forma, o no ser menos que el otro, o formar parte de un club de algo). Está muy bien tratado por el fallecido Umberto Eco (un maestro, QEPD) pero también por tipos que pensaban diferente, como el español Javier Marías (que es un liberal/conservador bastante moderado). El tipo escribe, por ejemplo:
“Madrid, ya he estado; París, visto; Bali, me he bañado; Praga, fotografiado el puente y colgado en mi cuenta de Instagram; Venecia, pateada un rato y ensuciada por mis desperdicios…”
La manía de presumir ante los conocidos colgando fotos en las cretinoides redes, “Mirad dónde estoy”, es una de las más absurdas que ha conocido el mundo, porque ahí donde está cada cual, ha estado o va a estar mañana media humanidad. Nada tiene ningún mérito, nada puede ya dar envidia, nada es raro ni insólito, todo es trillado. Viajar ha perdido su aura, es lo más vulgar que hoy se puede hacer. Y nada se libra. Los diarios, en sus versiones digitales, están plagados de imbecilidades del tipo: “Los diez pueblos de España que no se debe usted perder”. Los diez restaurantes o tascas, los diez libros, las diez iglesias, las diez cervezas, las diez playas, los diez puentes, las diez cascadas, y así hasta el infinito. Hay unas greyes (bovinas) que apuntan religiosamente todas estas arbitrariedades, y que luego las van tachando como posesos. “Bueno, ya hemos pisado Buñuelos de la Churrería, vamos al siguiente pueblo, que es Homilía de las Tortillas y está sólo a 200 km; nos faltarán nada más Batracios, Gorrinera y Retortijones, que al parecer son de fábula”. Buñuelos se ha convertido en un lugar imposible, como Batracios y Lupanar. La gente se agolpa al borde de precipicios “que no se puede usted perder”, se hace selfies a codazo limpio y algún turista se despeña en el intento. Debo de ser muy mala persona, porque cuando esto ocurre me cuesta que me dé lástima. Qué quieren, lo último que deseo es la destrucción de las ciudades y los pueblos y los paisajes, de las playas y los monumentos y los parques y los cuadros. Si por lo menos fuera para contemplarlos y disfrutar de ellos… Pero no, eso es lo que pocos hacen, fíjense bien. La mayoría tan sólo tacha mentalmente: una cosa menos en mi interminable lista de “obligaciones”. Y otra y otra y otra; y otra más.
Es interesante lo que dice con respecto a obligarse una y otra vez, a experimentar esto o aquello, mientras la vida corre y se pierden oportunidades más importantes. Javier Marías también se pregunta de dónde sale la plata, porque la clase media está cada vez más empobrecida y elige peores trabajos que el mismo sistema promueve. Como así también métodos de trabajo que sólo favorecen a los capitalistas (especialmente a los grandes) y no a los trabajadores. Para mí este nuevo paso del consumismo se está comiendo los ahorros históricos de la gente. La inversión en un terrenito, en ir construyendo una casa lentamente, en juntar cierta cantidad de plata y pedir un préstamo para comprar, etc. Se está comiendo los proyectos de vida, porque todo no se puede evidentemente. Esta generación está más educada que la previa a nivel universitario, pero se estanca en ese punto. Es una generación que se “abruma” rápido y necesita el tan promovido “cambio” con desesperación, lo que fomenta una realidad líquida (teoría de Bauman que dejo a continuación):
Lo que contás de Bach es un ejemplo fabuloso, porque hoy la huevada le roba tiempo a las habilidades o los saberes que requieren tiempo, esfuerzo y escasas distracciones. Como dice el negro Dolina, “la gente no quiere leer, sino haber leído”. La gente quiere estar en todas sin demasiado esfuerzo, ir de un lado a otro, tener muchos conocidos y pocos amigos. No se valora al maestro, lo autodidacta es ley. ¿Cómo puede salir un genio a base de tutoriales?