Será un trabajo duro pero lo vamos a conseguir
De estrategia industrial
enero 21, 2013
Pablo Tonelli completa, y desarrolla, la nota sobre industria que había comenzado aquí. Encuentro que éste es uno de sus artículos más interesantes. No porque todos estarán de acuerdo con sus diagnósticos, y menos aún con las recetas – espero algunos comentarios, por ejemplo, de Mariano T, el Héctor Huergo de la blogosfera – sino porque encara la industria como lo que es: el conjunto de procesos productivos muy diversos. Y no la categoría general como es encarada por la mayoría de los economistas profesionales, aún los inteligentes y críticos, como Levy Yeyati aquí.
Creo que es interesante leerlo junto a la propuesta de alguien que no es economista profesional, nuestro comentarista MAGAM.
UNA ESTRATEGIA PARA LA INDUSTRIA NACIONAL
Pablo Tonelli, economista
Este artículo no se centrará en discusiones macroeconómicas, como por ejemplo el nivel del tipo de cambio competitivo para el desarrollo industrial o la vigencia de tipos de cambio múltiples, una cuestión que tiene enorme importancia desde ya, pero que constituye una condición necesaria, no suficiente para una estrategia industrial nacional. En ese sentido coincido con el economista argentino Eduardo Crespo quien afirma que “debe tenerse presente que los incentivos basados en precios relativos (en este caso el tipo de cambio) tienen restricciones y alcances muy limitados”.
Voy a partir de lo existente: El denominado Plan Estratégico Industrial Argentina 2020, que prevé, entre otros objetivos, un crecimiento anual del PBI de la Argentina del 5 %, del PBI industrial del 7 %, una tasa de desocupación del 5 % y un nivel de inversión del 27/28 % del PBI.
Independientemente de cualquier otra consideración está claro que las principales limitaciones para el desarrollo de este Plan son: una, la restricción externa con la que chocó este Plan en 2012, que introdujo fuertes limitaciones a la importación de bienes de capital e insumos y redujo la tasa de inversión a un nivel cercano al 20 % del PBI. La otra limitación es la crónica fuga de capitales, que el economista Ramiro Castiñeira estima en 2,30 % del PBI anual en promedio de los últimos años, parte del excedente económico que se evade y no se reinvierte.
Ahora bien, hagamos abstracción por un momento de la restricción externa y la fuga de capitales y analicemos los sectores que el Plan propone desarrollar: Los elegidos son diez: Alimentos, calzado, textiles y confecciones; madera, papel y muebles; material de construcción; bienes de capital; maquinaria agrícola; autos y autopartes; medicamentos; software y productos químicos y petroquímicos.
El Plan mereció las reflexiones del periodista Claudio Scaletta y del economista argentino Juan Shapiro en términos que comparto. En palabras de Scaletta “Más que pensar en ser globalmente competitivos en sectores dinámicos a desarrollar, parece destinado a apuntalar a sectores preexistentes con el objeto de mejorarlos en términos de exportaciones, sustitución de importaciones, agregación de valor y generación de empleo. La selección de bienes de capital y autopartes, en tanto, parece destinada a conjurar potenciales déficit comerciales”,
”La selección de sectores industriales para su promoción implica una definición del perfil productivo que se espera inducir a la economía, lo que a su vez marca su inserción internacional. Se supone que el Estado promociona sectores para que estos sean competitivos en el mercado global”. El Plan, en cambio, no lo hace, sus objetivos son “mucho más modestos”.
Diego Coatz, economista Jefe de la UIA (Unión Industrial Argentina) escribió junto a Fernando García y Sergio Woyecheszen un excelente trabajo sobre los desafíos para la densidad industrial de la Argentina. Su diagnostico sobre la actualidad industrial describe que “la estructura económica nacional continúa exhibiendo las huellas de una industrialización fragmentada y un tejido productivo afectado por décadas de desarticulación”. Su trabajo se centra en analizar los encadenamientos productivos, aquellos que muestran el síntoma visible de la destrucción productiva, ya que los encadenamientos muestran “las relaciones productivas que un determinado sector tiene con el resto. Dichas relaciones implican: Los encadenamientos hacia atrás, que comprenden a las relaciones que establece determinado sector como demandante de insumos, y los denominados encadenamientos hacia adelante que abarcan los vínculos que el sector establece como proveedor de bienes o servicios intermedios”. Dichas articulaciones cobran mayor importancia cuando la estructura industrial es más densa, por lo tanto más compleja. En términos del diagnóstico de este trabajo la Argentina “la matriz productiva refleja las características de una economía semi-industrializada, a medio camino entre los países centrales o desarrollados y las naciones más pobres”.
La fragmentación afectó a la Argentina en sus encadenamientos hacia atrás y potenció la vulnerabilidad de la industria, que ha sido desestructurada y que importa bienes de capital e insumos para su desarrollo, generando un creciente déficit comercial con el exterior. Pues el proceso productivo se abastece de productos importados y las importaciones crecen a un ritmo casi cuatro veces superior al crecimiento del producto interno.
El trabajo de Coatz y otros, ya mencionado, establece una tipología de los sectores industriales a partir de su relación entre sí, determinada por su modalidad de encadenamiento. El estudio está basado en el uso de la Matriz de Insumo Producto, técnica que permite identificar las interrelaciones sectoriales de la economía. Clasifica cuatro sectores: Sectores con altos encadenamientos hacia adelante, AED, que muestran encadenamientos hacia adelante superiores al promedio y encadenamientos hacia atrás iguales o menores al promedio. Sectores con Altos encadenamientos hacia atrás, AEA, que poseen mayores encadenamientos en este sentido que el promedio de la economía y menores o iguales hacia adelante que el conjunto. Sectores con alta integración nacional, AIN, que poseen mayores encadenamientos hacia atrás y hacia adelante que el conjunto de la economía y sectores con baja integración nacional, BIN, que poseen menores encadenamientos en ambos sentidos.
Los sectores con altos encadenamientos hacia adelante son los que producen insumos que se constituyen en materia prima de múltiples cadenas de valor. Los sectores con altos encadenamientos hacia atrás son en general productores de bienes finales (agroindustria e industria de alimentos y bebidas, calzado, cuero, metalmecánica, etc.). Los sectores con Alta Integración Nacional están representados por las ramas textil, plásticos, química, etc.). Los de Baja Integración Nacional están constituidos por las industrias extractivas y/o con alto componente importado como electrónica, automotriz, maquinaria.
El trabajo de Coatz no establece un criterio excluyente que priorice la promoción de un sector sobre otro, se centra en definir criterios de promoción susceptibles de ser aplicados a cada cadena de eslabonamientos, en esto coincidentes con el Plan Estratégico 2020.
Analicemos entonces los sectores que se incluyen en el Plan 2020 a la luz que aporta el análisis de los eslabonamientos productivos. En primer lugar tenemos que autos y autopartes, medicamentos y productos químicos y petroquímicos constituyen sectores con una baja integración nacional, lo que determina que el componente importado respecto al valor bruto de la producción del sector sea muy alto. Este coeficiente es del 46 % para los automotores, 38 % para las autopartes, 31 % para productos medicinales, 52 % para los productos químicos. En conjunto estos sectores explican la parte más significativa del déficit comercial industrial con el exterior, el déficit de las MOI, Manufacturas de Origen Industrial, que supera los U$S 30.000 millones anuales. La política de sustitución de importaciones es la clave para este sector fuertemente transnacionalizado El sector alimentos también forma parte de este grupo en lo que hace a la producción de materias primas con bajo valor agregado y el dato está dado por que “prácticamente la mitad del cultivo de frutas y nueces, y casi el 40 % del cultivo de cereales y oleaginosas se exporta sin mayor procesamiento, en el caso de la minería este porcentaje llega al 80 %”. En este sector las políticas recomendadas pasan por la generación de valor agregado local a los productos que se exportan en bruto.
El calzado, confecciones, muebles, bienes de capital, la agroindustria alimentaria, otros de los sectores elegidos por el Plan 2020, constituyen sectores con altos encadenamientos hacia atrás. Es un sector con fuerte arrastre en el empleo, formado por manufacturas de bienes de consumo no durable. El sector de confecciones y textil posee un elevado grado de integración que va desde la producción de indumentaria al uso de insumos nacionales para la producción, teniendo como ejemplo las hilanderías y tejedurías de algodón. La diversidad de la producción primaria provoca una fuerte integración hacia atrás en la industria agro alimentaria, como la industria láctea, carnes de todo tipo, panificados, etc. El mayor desafío lo aporta la cadena de semielaborados, en particular la producción sojera, en la que se exporta según los datos de Coatz “casi el 90 % del Valor Bruto de la Producción sin lograr una mayor transformación”. Por el lado de los bienes de capital se produce maquinaria agrícola, turbinas y compresores, estructuras metálicas (para la construcción, por ejemplo) vinculadas a la industria metalmecánica local. Nuevamente la política central es el apoyo de todo tipo a la generación de valor agregado local y apoyo a las exportaciones industriales.
Las industrias química, textil y de papel y cartón poseen una elevada integración nacional, aquí el desafío es ampliar su interacción con las industrias de insumos industriales difundidos por su incidencia en la competitividad de la economía.
En relación al software, que fue objeto de una ley de promoción específica, la cuestión se centra en el logro de una mayor integración local y la incorporación tecnológica de desarrollo nacional a las maquinarias, electrónica y autopartismo fabricadas por nuestra industria.
En resumen este esquema de políticas sectoriales que robustezcan los encadenamientos productivos se basa en lograr avances simultáneos que logren: siguiendo parcialmente a Coatz:
Generación y ampliación del valor agregado y los excedentes. Expandir la frontera de la producción, moderando cuellos de botella (sobre todo en la producción de los insumos industriales más difundidos). Regular el poder de negociación hacia dentro de cada cadena productiva (entre grandes empresas y proveedores pyme, por ejemplo). Promover la generación de encadenamientos y complementariedades para difundir innovaciones que permitan la sustitución de importaciones. Potenciar al mismo tiempo la diversificación de exportaciones de valor agregado, morigerando el déficit comercial en la industria y la presión sobre la demanda de divisas.
Luego de décadas de desarticulación industrial y de soluciones exclusivamente basadas en el mercado, el intento de fortalecer la industria existente es un paso en el sentido correcto. Un primer paso. Una elección estratégica de que sectores apoyar para ser globalmente competitivos es el segundo.
Juan Shapiro, al que ya he citado, menciona un comentario de Lester Thurow respecto a cuáles serán las siete industrias básicas claves para el desarrollo capitalista de las próximas décadas: microelectrónica, biotecnología, las industrias de los materiales nuevos, la aviación civil, las telecomunicaciones, los robots más las máquinas herramientas, los ordenadores más el software.
Elegir promocionar específicamente alguna de estas ramas, presentes, en nuestros encadenamientos productivos, o posibles de ser encadaras desde una planificación integral, constituye ese segundo paso.