Los datos los brindó el Intendente Lifschitz en despedida en base al IPEC (Instituto Provincial de Estadísticas y Censos). 8,8 es en puntos porcentuales la recuperación del empleo, 28 % la baja en el la pobreza y 12,6 la baja en la indigencia. Que sigan hablando los idiotas
esa es la diferencia entre tu pasquin de cabecera y yo…mientras ellos lo hacen solo x miles de pesos mensuales que pagamos todos, aunque no comulguen idealmente con lo que defienden ,yo x lo menos lo hago x una ides y gratis…
Pirmero que la verdad que entre la guita que nos sacan para las sillitas y reposeras amarillas en los parques de la clase media y financiar un programa donde aparece Ricardo Forster, Norberto Galasso, etc, no me puedo quejar.
Segundo, ¿no había una propaganda de Telefónica que aparecía un grito hace unos años en el programa?. No sabía que la empresa se había vuelto una ong…
Viernes 04 de marzo de 2011 | Publicado en edición impresa Comentá (235) (javascript:print())(javascript:void(0)(javascript:void(0)(javascript:void(0)
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El candombe “Nunca menos”, que se escucha durante las trasmisiones del programa oficial Fútbol para Todos, no es una pieza cualquiera de la agitación y propaganda kirchnerista. No se lo puede sumar a la serie de afiches, avisos de televisión y otras muestras convencionales o previsibles de ese dispositivo que emplea mucha gente y gasta mucha plata. Es más que cualquiera de esas piezas publicitarias. Desde el título, “Nunca menos”, se pone en línea con dos palabras que han marcado el último cuarto de siglo: “Nunca más”. Este sería, entonces, el gobierno que no retrocede en su política de derechos humanos y ha hecho propia la expresión que dio título al informe de la Conadep, creación de Raúl Alfonsín. Y sería también el gobierno que no retrocede en políticas sociales. Con la conjunción de “nunca más” y “nunca menos”, el kirchnerismo alcanzó una fórmula sintética y de gran impacto. Cristina Kirchner, su comité central y la juventud kirchnerista son la síntesis de esos dos “nunca”.
Tengo, por primera vez, la sensación de que así se expresa una hegemonía cultural no simplemente en el vago sentido de llamar hegemonía a cualquier intento de dirección de la sociedad, sino a una trama donde se entrecruzan política, cultura, costumbres, tradiciones y estilos. Fontova, en el video que muestra la grabación de “Nunca menos” en el centro cultural apropiadamente llamado Homero Manzi, dice: “Es la primera vez en mi vida que algo en la política me cierra, a pesar de que muchas voces de culebra están diciendo que está todo mal; Cristina es una mujer alucinante”. Nadie hasta el momento se preocupaba mucho de las opiniones de Fontova en relación con tal o cual gobierno; pero ahora su voz dice algo que otros quieren escuchar y decir, incluido el adjetivo “alucinante”. Fontova flasheó con Cristina.
Horacio Bochoux (autor del candombe oficialista) explicó que “la decisión es que los doscientos que vinieron estén en la grabación”; doscientas voces, en un “grado místico y de voluntad militante”, aporta Quito Aragón, de la Agrupación Martín Fierro, son la “expresión cultural” de reconocimiento a Kirchner. "No pensamos esto como artistas liberales que quieren hacer un hit. " Para un buen kirchnerista, “liberal” es siempre una calificación despectiva. Está todo colgado en la página de Télam y vale la pena verlo.
Gramsci diferenció la hegemonía de la dirección impuesta verticalmente, de arriba hacia abajo. La hegemonía, en el sentido gramsciano, equilibra fuerza y consentimiento. La dominación resulta del solo ejercicio político; la hegemonía es producto de fuerzas sociales y culturales. No es simple coerción, aunque implica que el poder político intervenga en la vida cotidiana, dándole su forma cultural a la dominación. La hegemonía cultural no es siempre una marca autoritaria. Esto vale la pena aclararlo porque se la ha venido confundiendo. Es posible pensar en una hegemonía democrática, pluralista, como la que brevemente vivió la Argentina en los años ochenta.
“Nunca menos” salió bien en términos de hegemonía. Produce identificación por dos caminos. Por un lado, expresa en términos sentimentales un mensaje político. Se diferencia del tono más sencillo de las clásicas marchas -para empezar, de la peronista- por la abundancia de imágenes románticas enhebradas: “Lágrimas que riegan todo el suelo en primavera/ de tu mañana azul/ que llora y ríe/ nombre que se talla para siempre en la madera/ de los que sin estar/ están y viven”. Que los recursos sean predominantemente afectivos sintoniza perfectamente con un clima de época, donde todas las cuestiones tienen un procesamiento fuertemente “subjetivo”. En segundo lugar, es música del momento. Ya es inconcebible una canción partidaria que no se ajuste al vocabulario de la música pop, de la balada romántica.
Pero el principal acierto es que el audio y el video de “Nunca menos” conservan algo de improvisado, de música de estudio barrial, improvisada por un grupo de amigos; no tiene el gloss y la ecualización perfecta de la música mp3. En el fondo de “Nunca menos” hay una ilusoria visión de pueblo sencillo, aunque los rostros y voces sean de Fontova, Lito Cruz, Víctor Laplace, Gustavo Garzón, Daniel Fanego, Guillermo Fernández, y, ¿por qué no?, el senador Eric Calcagno.
Desde los festejos del Bicentenario (alguna imagen del carrusel de las Madres aparece en el video “Nunca menos”), desde la reinvención del combate de Vuelta de Obligado, el kirchnerismo pareció comprender, por fin, algo que Juan Carlos Portantiero señaló hace muchos años. En la crisis del Estado de bienestar, Portantiero descubría una crisis de organización de la vida cotidiana, una crisis cultural de las clases populares: con el Estado de bienestar desaparecían las instituciones que, por debajo, sostenían el día a día. Sólo hay que pensar en la villa miseria actual, donde la ausencia de Estado afecta, en primer lugar, a quienes viven allí. La hegemonía siempre implica algún tipo de organización material y simbólica. Hoy los planes sociales pautan el mundo de los pobres. Pero ahora el kirchnerismo percibe que eso no basta.
Fútbol para Todos es el escenario de una comunidad cultural que sirve también como extenso y penetrante aparato de agitación y propaganda oficialista, pagado con presupuesto público. Hace pocos días, la Presidenta le agregó deportes variados a esa iniciativa (incluso finales de tenis o rugby con participación nacional). El escenario es televisivo porque la cultura hoy pasa, para ricos y pobres, por las pantallas. Además es mucho más fácil arreglar con la AFA la transmisión del fútbol que organizar cientos de campeonatos infantiles y juveniles repitiendo el modelo de la Fundación Eva Perón. Y, finalmente, ¿quién será tan desalmado como para condenar que la gente pueda ver partidos gratis?, ¿qué marmota saldrá a decir que es preferible invertir ese dinero en que los chicos pobres tengan acceso al deporte?, ¿quién va a exponerse de ese modo cruento en un año de elecciones?
Los gobiernos necesitan producir un bien que escasea en las sociedades actuales. Necesitan producir convencimiento en los gobernados. No se trata de saber si Kirchner fue hasta donde asegura la canción “Nunca menos”. Se trata de que todos crean que fue hasta allí. Ese convencimiento va más lejos que los datos materiales y es un objeto raro y frágil: una creencia. La hegemonía cultural se sostiene en creencias, que incluso pueden contradecir datos objetivos, aunque no pueden hacerlo de manera permanente. Por eso, porque, además de creencias, la materialidad social tiene su peso, una hegemonía no puede pasar por alto el cambio en las bases materiales. Durante un tiempo se podrá pensar “nunca menos” que un plan social, pero no por un lapso ilimitado, salvo que se intente el experimento siniestro de una sociedad ya no partida entre ricos y pobres, sino entre quienes pertenecen al mundo del trabajo y quienes nunca van a entrar en él. En ese caso, habrá que escribir la canción de los desocupados: “Nunca allí”.
Durante el primer peronismo, los chicos de los campeonatos infantiles cantaban una marcha cuyos dos primeras versos eran: “A Evita le debemos nuestro club, por eso le guardamos gratitud”. No se trataba de una fantasía. Hoy, marchas como ésa ya no expresan la estética popular; es el momento de los candombes (todavía nos deben una cumbia) cuya letra no podría ser “A Néstor le debemos nuestro club”.
A los letristas militantes les toca la difícil tarea de difundir la canción a los deportes televisados: nunca menos canales ni menos partidos, todos los torneos, todas las finales. Gramsci, en sus Cuadernos de la cárcel , escribía que la hegemonía cultural, esa creencia indispensable y misteriosa, debía apoyarse en cambios en los centros decisivos de la economía. Naturalmente, no estaba pensando en los subsidios.
como siempre los K diciendo una parte de la verdad, la que queda mejor o se puede maquillar para hacer creer que tienen razon…ademas pones de ejemplo a TVR que son los reyes de la edicion, donde si alguien declara “a mi me gustan los hombres para jugar al truco” lo editan de tal forma que quedara como gay aquel que lo dijo…y la expresion de dolina,otro empleado del estado en radio nacional,es una edicion verbal de la verdad, no es lo mismo canal 13 que el estado, ni el jabon ace que el estado, yo si quiero no compro ni jabones, ni diarios ( como no lo hacen aquellos millones de contribuyentes pobres del interior) pero no puedo dejar de pagar los impuestos que recauda el estado…estoy obligado a hacerlo para que entre otras cosas, el gobierno financie pasquines oficialistas…el dia que el estado me de la opcion de pagar o no impuestos, ese dia se podra comparar como se financia clarin, que en mi caso no le aporto un peso al diario ni veo tinelli…