Mario Israel es una cara poco conocida en general. // CEDOC La leyenda tiene cientos de años; su origen es europeo y cada vez que se la menciona, la piel se eriza. Dicen que el monje negro corrompe a la gente, que hizo desaparecer niños y que la peste lo sigue a donde vaya. Otra. Hace casi ciento veinte años, Antón Chéjov escribió un relato corto lleno de oscuridad, de terror. El monje negro, lo llamó. En él también habla de una leyenda, la de un monje vestido de negro que se reproduce como espejismos alrededor de la tierra. El protagonista, Andrei Vasílich Kóvrin, termina muerto, envuelto en la locura y asediado por el monje que lo intenta convencer de que es un genio, un elegido de Dios. Más acá en el tiempo, por estos días, River está viviendo su propio relato de terror, el del descenso, el del hundimiento total. Se buscan responsables y se lanzan acusaciones, al mismo tiempo que se habla y se escribe sobre quién le hizo tanto daño al club. River tuvo a su monje negro, así lo apodaban. Un hombre que estuvo en el club durante más de veinte años, que pasó por diferentes gobiernos, que acumuló poder desde las sombras, que tiene las más variadas sospechas sobre sus espaldas, que no se sabe de qué trabajó o trabaja, que es indicado como uno de los mayores responsables –junto a José María Aguilar– de la debacle de un club que ya no es millonario. El hombre: Mario Ernesto Israel.
Políticamente correcto. Su rostro imperturbable, sus bigotes finos, su mirada desafiante, profunda, se complementan con todo lo que se dice de él. Mario Israel siempre fue un hombre hábil para quedar bien parado, traspasar gobiernos, negocios, acusaciones o sospechas. En él se conjugan dos historias, la de su carrera política en River y la de sus dudosas actividades empresariales. Al club de Núñez entró de la mano de Hugo Santilli a principios de los 80, cuando militaba en el Mocri (Movimiento de Conducción Riverplatense) para proponer, justamente, a Santilli como presidente. En esa agrupación conoció a José María Aguilar. Tan amigos se hicieron que Israel fue testigo de casamiento del ex presidente de River. En la misma década estuvo involucrado en la quiebra del Banco San Miguel, del que formaba parte.
Ya en los 90, a medida que ganaba espacio en el club, ahora con Alfredo Davicce como titular, fue vicepresidente de su padre, Gregorio, en Empresa Hípica Argentina, que manejaba el Hipódromo de La Plata. También quebró, después de que Eduardo Duhalde, entonces gobernador de Buenos Aires, le quitara en 1997 la concesión por decreto. En abril de ese año, en el diario La Nación, una nota reflejaba un paro de jockeys por falta de pago de EHA. El Gobierno de la Provincia lo demandó, en 2005, por 14 millones de pesos que se habría quedado de manera indebida con retenciones de los premios de las carreras. Durante dos años, al abogado de EHA fue Aguilar.
“Siempre fue su debilidad estar en las operaciones comerciales, pero nunca se conoció de qué trabajaba. La culpa fue de los presidentes que pasaron, que le dieron lugar. Fue el poder detrás del poder. Siempre actuó por las suyas, en solitario, con una habilidad increíble”, cuenta alguien que compartió con Israel la última comisión directiva de Aguilar. En 1999 era vocal titular del presidente David Pintado, que tenía como Secretario a Aguilar. Ambos decidieron alejarse a fines del año siguiente para presentarse en las elecciones de 2001, que finalmente ganarían. En marzo de ese año, meses antes de que Aguilar fuese elegido presidente, en una entrevista al sitio Lecturas, Educacin Fsica y Deportes, Revista Digital, Israel decía: “La eficiencia no es ganar dinero”. Lo decía en respuesta a “la condena es la eficiencia. Estamos condenados a ser eficientes”, frase de Aguilar. En esa misma entrevista, Israel aseguraba que gastaba más de mil pesos por mes de teléfono y otros mil pesos más en gastos de representación. Todos de su bolsillo.
Con Aguilar como presidente, integró el Consejo de Fútbol y fue Secretario. Estuvo en el club hasta septiembre de 2009, cuando se alejó debido al “desgaste” del cargo. En los ocho años que fue mano derecha, recayeron sobre él diversas acusaciones. Como la de una cuenta no declarada en el Bank of New York de Luxemburgo y otras dos que estaban a nombre de su hija, Soledad, con fondos difíciles de justificar. para alguien de 24 años. Como todo parece una cuestión de familia, su ex esposa, Alicia Abadi, fue asesora pedagógica del Instituto River Plate (terciario). Y a pesar que desde el club aseguran que ya no trabaja más, en la web de la Universidad River Plate figura como coordinadora general. Incluso junto a su ex esposa, en 2003 creó la Inversora Abis SA, con domicilio en la calle Rivadavia al 700. Lo hicieron con un capital de 12 mil pesos para ofrecer servicios relacionados al rubro inmobiliario, arquitectura, el telemarketing y consultoría, entre otros. Lo llamativo es que en 2007, el capital de la empresa aumentó a 1.148.191 pesos. PERFIL se acercó hasta las oficinas de la calle Rivadavia pero ya no están. Tal vez jamás estuvieron. “Nunca funcionó una oficina, cada tanto venía un contador a retirar correspondencia y se iba”, afirma alguien del edificio.
Como Aruba. Con el estallido de River, las preguntas acerca de dónde se encuentra Israel se multiplicaron. Es regular visitante del café La Imprenta, en Las Cañitas, aunque en las últimas semanas no se lo vio. Dos personas que lo conocen le aseguraron a PERFIL que se encuentra en Miami, a donde viaja regularmente. Otro allegado revela un dato imposible de digerir para cualquier hincha de River: “Tiene acciones Belgrano de Córdoba, aunque a nombre de terceros”. Es el broche que le faltaba a una historia sin final feliz. Esta misma persona asegura que aún sigue involucrado con la política riverplatense: “Opera desde las sombras, aún sin tener agrupaciones ni gente que lo siga”.
En diciembre de 2009, antes de que Daniel Passarella llegara a la presidencia, defendió su gestión y la de su amigo Aguilar. Parafraseó a Julio Cobos. “La historia se encargará de juzgar”, advirtió. Ya lo está haciendo.