Fútbol para toooooodos
Escrito por Raúl Behr jueves, 01 de mayo de 2014
Julio Grondona cumplió un viejo capricho y, desde 2015, la Primera División de Argentina tendrá 30 equipos. Un despropósito que, cual los regionales de ‘Rimita’ con el fútbol peruano, podría terminar de hundir al fútbol argentino.
En el fútbol argentino no volvió a llover desde que asimiló el formato de torneos cortos, a mediados de 1991: desde entonces, todo se tradujo en sequía. Su curva fue descendente, pues no volvió a superar los cuartos de final de un mundial y estancó su último título de Copa América en 1993. La invitación al corto plazo y al goce inmediato privaron de proyectos que consolidaran una de las ligas más atractivas del mundo, la que mayores pasiones mueve por la naturaleza barrial de sus rivalidades. Nadie imaginó que un día Julio Grondona, impulsor de los torneos cortos desde la AFA, los revertiría con algo aún peor.
Desde hace tres años (cuando descendió River), comenzaron a circular rumores de un torneode Primera con más 40 clubes. Ahora se materializará, no con los 40 anunciados, pero sí con 30. Desde 2015, Argentina asumirá esta cuota en una liga con formato heterodoxo. En general, los medios y la opinión pública están en desacuerdo, pero el carpetazo desde la AFA (no hubo votación de los clubes y la decisión se tomó “por consenso”) no tiene marcha atrás. Las razones son de dos índoles: 1) políticas, para adecuarse a la voluntad del kirchnerismo (que maneja Fútbol para Todos desde 2009) de descentralizar el fútbol y convencer al gobierno de que reabra el caño y aumente las cifras por derechos televisivos; 2) económicas, para extender, a más provincias, el ProdeBancado, un nuevo sistema de concursos y apuestas deportivas, implementado por el empresario kirchnerista Cristóbal López. Transición al abismo
En el segundo semestre de 2014, la liga argentina se disputará en un único torneo corto (igual al vigente) llamado Transición, que dará los cupos internacionales de 2016. En paralelo, se disputará el Nacional B (Segunda División), que dividirá a los 22 equipos en dos grupos de once. Los cinco primeros de cada grupo ascenderán a la nueva Primera División, que arrancará en febrero de 2015. Argentina, así, se deshará del calendario europeoque regía su fútbol desde hace más de dos décadas.
¿Cómo se disputará este nuevo campeonato? El torneo tendrá 29 fechas y jugarán todos contra todos a una sola rueda. Pero habrá una fecha adicional de clásicos (Boca-River, Estudiantes-Gimnasia, Central-Newells’s y, eventualmente, Independiente-Racing, Huracán-San Lorenzo, Colón-Unión, Banfield-Lanús, entre otros). Los que no tengan un rival clásico, se agruparán en esta jornada por cercanía geográfica. Es decir, ya se observa un primer disparate: cada club jugará solo una vez en el año contra cada equipo, pero lo hará dos veces contra su clásico rival.
El segundo gran despropósito es la naturaleza asimétrica de jugar a una sola rueda. El torneo carecerá del equilibrio del ida/vuelta (local/visitante), pues algunos clubes tendrán que realizar más visitas al interior y otros tendrán que jugar en casa con rivales más fuertes. ¿Cómo se “remediará” esta descompensación? Pues en el campeonato del año siguiente, aplicando el mismo fixture. Claro, falta que los autores de esta idea aclaren cómo un equipo descendido podría recuperar la localía que le fue negada en el año anterior.
Para el descenso, por desgracia, los promedios (otro estandarte del grondonismo) se mantienen. Pero se reducirá el número de descendidos a dos: es decir, 28 clubes permanecerán en la máxima categoría cada año. Si ya ni los promedios podían salvar a los grandes (como River e Independiente), el blindaje que promueve ahora Grondona raya con lo obsceno. Rimitas argentinas
Siempre se pensó que un torneo anual es mejor que dos torneos cortos, pero en la idea de un torneo estándar de 20 equipos, con choques de ida y vuelta, y decidido en función a los puntajes anuales. En el caso argentino, en cambio, el aumento desmesurado de participantes lo puede conducir a un abismo semejante al que los nefastos regionales de ‘Rimita’ (1984-1991) llevaron al fútbol peruano.
Modelos como estos enarbolan diversas banderas. Una es la falacia, al sostener argumentos del tipo “así se juega en Brasil”, cuando en Brasil los torneos estaduales (que fomentan las rivalidades regionales en la primera etapa del año) no están orgánicamente ligados al Brasileirao, que se disputa con un formato de liga tradicional y civilizado. Son torneos independientes.
La otra es la demagogia: prometen abrir la puerta a clubes y a provincias que antes no podían acceder al fútbol profesional. Sin embargo, son modelos que llevan consigo una trampa. Los resultados suelen ser inversos y favorecen, incluso, el centralismo.
Los regionales de ‘Rimita’, por ejemplo, predicaban una estructura súper abierta: cualquier equipo de la zona más marginal podía jugar en la máxima categoría.Pero era solo en teoría: en la práctica, rara vez ese equipo llegaba a alcanzar las etapas avanzadas del torneo, por lo que se quedaba afincado en la etapa regional (por eso, en muchas provincias no tienen idea de que un equipo de su localidad militó en Primera División en los ochenta). Las instancias decisivas se disputaban en Lima, en liguillas que terminaban con los equipos capitalinos dando la vuelta.En las ocho temporadas de regionales (1984-1991), solo un club que no fuera del departamento de Lima o del Callao accedió a la Copa Libertadores: fue UTC, en 1985. En los ocho años anteriores lo habían hecho cuatro (dos veces Melgar, una vez Ugarte y una vez Torino). Una vez concluida la etapa de los regionales, el debilitamiento del fútbol provinciano fue de tal magnitud que hubo que esperar diez años (hasta 2001) para que un club del interior (Cienciano) volviera a la Libertadores.
En Argentina, aunque con un sistema distinto, también la propuesta viene con truco: es, en realidad, una estructura cerrada, en la cual solo se intercambian dos equipos de 30 cada año. Desprestigia a la propia categoría, pues reduce el valor de pertenecer a ella. Le resta competitividad, al no poder repartir premios (títulos y clasificaciones) y castigos (descensos) entre dos tercios de los participantes (¿qué diferencia habrá entre quedar 9° y 28°?). Y, en paralelo, provoca que el torneo de ascenso pierda un valor considerable por la proporción de clubes en Primera. Lo que viene envuelto con paquete populista y descentralizador, no es más que una propuesta para proteger a los clubes más grandes de caer en el infierno. Económicamente, tampoco es una jugada inteligente si se piensa en el largo plazo: reduce las fechas de competencias (30 semanas de fútbol de 52 laborables) y deprecia su valor de mercado.
Queda, además, resolver las interrogantes de qué pasará si el negocio del ProdeBancado fracasa o si el nuevo gobierno argentino de 2015 decide privatizar nuevamente los derechos televisivos. Ante la voceada jubilación de Grondona, cabría pensar quién asumiría, en un caso así, el costo político de una nueva reducción (que incluya diez descensos). El fútbol argentino se ha metido en un tremendo lío.
Y traslada el peligro al Perú, con nuestros dirigentes tan proclives a adaptar las ideas del fútbol rioplatense. No más ecos ni rimitas, por favor.
Composición fotográfica: Roberto Gando /DeChalaca.com Fotos: Télam, LPM
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