Como Miguel Ángel, utilizando la pelota de fútbol en lugar de la paleta de colores, y sustituyendo la mano del artista que construyó con el pincel en la tela la inmortal Gioconda, por su pie izquierdo describiendo los más increíbles arabescos sobre el verde césped, Diego Armando Maradona fue un jugador colosal.
Tenía, además, la rara virtud que escasea en los genios del fútbol que basan toda su acción en la excelsa calidad que poseen, pero que suelen tener poco espíritu de lucha y escasa potencia en el alma, para superar las condiciones adversas que se presentan. Diego, en cambio, tenía lo que los uruguayos llamamos garra, cuya interpretación y significado se ha desnaturalizado con el paso del tiempo. Hoy, para muchos, un jugador que tenga esa característica automáticamente queda definido como un futbolista violento, agresivo y luchador. Nada tan alejado de la verdad histórica es adosar esta etiqueta a un futbolista que se destaque por ser, solamente, un fortachón.
La garra charrúanació en el fútbol con las generaciones de jugadores orientales de las décadas del veinte hasta el cincuenta, capitaneadas por José Nasazzi y Obdulio Varela. Esos dos futbolistas líderes de las generaciones gloriosas, tenían una tremenda fuerza interior, enorme voluntad y el gran corazón que hay que tener para superarse cuando la mano viene mal. Cuando el destino pone el viento en la puerta. Al aparecer en el caudillo la garra en el momento justo puede no ser durante un partido–, produce un golpe de efecto en los compañeros a los que se transmite esa sensación extra sensorial. La garrapuede aparecer, siempre en el momento justo, a través de un gesto, una palabra, una jugada en la cancha o una actitud en la vida de la concentración.
En Italia90, después que mi país quedó fuera de la Copa del Mundo, seguí la trayectoria de la selección Argentina. Por intermedio de varios amigos colegas de Buenos Aires e inclusive allegados directos a jugadores albicelestes de aquel momento, quienes conocíamos la intimidad que se vivía en el plantel que conducía Carlos Bilardo, tuvimos conocimiento de una actitud de Diego, que demostró y puso de manifiesto la garraque poseía en su interior.
Maradona sufrió una lesión de tobillo que luego se complicó con una torcedura. Alejado de los entrenamientos y sin posibilidad de reposo, dada la continuidad de los partidos, la hinchazón fue en aumento juego tras juego. La situación llegó a tal grado que el dictamen médico con el diagnóstico fue categórico: el jugador no podía ser incluido en el equipo. Pero ¿quién le informaba a Diego que no podía jugar? -Lo que ocurrió al llegar al vestuario, para los partidos de semifinal y final, fue increíble contaba el Gringo Giusti, uno de sus compañeros en aquella emergencia–. Diego tenía el tobillo tan hinchado que parecía una damajuana. Llegaba rengueando, con el hielo atado al tobillo y lentamente comenzaba a vestirse. Pero no podía calzarse el zapato, por lo que le traían unos botines tres o cuatro números más grandes, al que debían hacerle un corte atrás, para que le entrara en el pie deforme. Nosotros veíamos eso y nos recorría por el cuerpo un algo que no se cómo llamar, pero que te hacía sacar fuerzas de donde no tuvieras para salir a la cancha a matarte. Si ese tipo que estaba a tu lado, que era un fenómenos jugando al fútbol, pasaba ese sufrimiento por defender la camiseta argentina, ¿qué no iba a hacer yo para no defraudarlo?.
Con este ejemplo queda patentizada la fortaleza anímica, la garracon la cual estaba dotado aquel jugador enorme que con su fútbol perfecto cautivó a los aficionados en todo el mundo.
Como Miguel Ángel, utilizando la pelota de fútbol en lugar de la paleta de colores, y sustituyendo la mano del artista que construyó con el pincel en la tela la inmortal Gioconda, por su pie izquierdo describiendo los más increíbles arabescos sobre el verde césped, Diego Armando Maradona fue un jugador colosal.
Tenía, además, la rara virtud que escasea en los genios del fútbol que basan toda su acción en la excelsa calidad que poseen, pero que suelen tener poco espíritu de lucha y escasa potencia en el alma, para superar las condiciones adversas que se presentan. Diego, en cambio, tenía lo que los uruguayos llamamos garra, cuya interpretación y significado se ha desnaturalizado con el paso del tiempo. Hoy, para muchos, un jugador que tenga esa característica automáticamente queda definido como un futbolista violento, agresivo y luchador. Nada tan alejado de la verdad histórica es adosar esta etiqueta a un futbolista que se destaque por ser, solamente, un fortachón.
La garra charrúanació en el fútbol con las generaciones de jugadores orientales de las décadas del veinte hasta el cincuenta, capitaneadas por José Nasazzi y Obdulio Varela. Esos dos futbolistas líderes de las generaciones gloriosas, tenían una tremenda fuerza interior, enorme voluntad y el gran corazón que hay que tener para superarse cuando la mano viene mal. Cuando el destino pone el viento en la puerta. Al aparecer en el caudillo la garra en el momento justo puede no ser durante un partido–, produce un golpe de efecto en los compañeros a los que se transmite esa sensación extra sensorial. La garrapuede aparecer, siempre en el momento justo, a través de un gesto, una palabra, una jugada en la cancha o una actitud en la vida de la concentración.
En Italia90, después que mi país quedó fuera de la Copa del Mundo, seguí la trayectoria de la selección Argentina. Por intermedio de varios amigos colegas de Buenos Aires e inclusive allegados directos a jugadores albicelestes de aquel momento, quienes conocíamos la intimidad que se vivía en el plantel que conducía Carlos Bilardo, tuvimos conocimiento de una actitud de Diego, que demostró y puso de manifiesto la garraque poseía en su interior.
Maradona sufrió una lesión de tobillo que luego se complicó con una torcedura. Alejado de los entrenamientos y sin posibilidad de reposo, dada la continuidad de los partidos, la hinchazón fue en aumento juego tras juego. La situación llegó a tal grado que el dictamen médico con el diagnóstico fue categórico: el jugador no podía ser incluido en el equipo. Pero ¿quién le informaba a Diego que no podía jugar? -Lo que ocurrió al llegar al vestuario, para los partidos de semifinal y final, fue increíble contaba el Gringo Giusti, uno de sus compañeros en aquella emergencia–. Diego tenía el tobillo tan hinchado que parecía una damajuana. Llegaba rengueando, con el hielo atado al tobillo y lentamente comenzaba a vestirse. Pero no podía calzarse el zapato, por lo que le traían unos botines tres o cuatro números más grandes, al que debían hacerle un corte atrás, para que le entrara en el pie deforme. Nosotros veíamos eso y nos recorría por el cuerpo un algo que no se cómo llamar, pero que te hacía sacar fuerzas de donde no tuvieras para salir a la cancha a matarte. Si ese tipo que estaba a tu lado, que era un fenómenos jugando al fútbol, pasaba ese sufrimiento por defender la camiseta argentina, ¿qué no iba a hacer yo para no defraudarlo?.
Con este ejemplo queda patentizada la fortaleza anímica, la garracon la cual estaba dotado aquel jugador enorme que con su fútbol perfecto cautivó a los aficionados en todo el mundo.
Nunca fue ni será santo de mi devoción Maradona, pero dificilmente se pueda volver a ver un tipo con esa garra y esas ganas de dejar todo por la camiseta como el.
Es muy bueno lo que dice respecto de la garra charrúa, como se fue desnaturalizando el término y ahora parece que tiene “huevo” el que destruye y no el que tiene las ánimas de crear juego, animarse a jugar, o cargarse el equipo al hombro.
Muy bueno el texto.
TENES RAZON , nahuel…la garra charrua es diego en el 90, jugando,peleando y llorando x el 2º puesto…la garra charrua es uruguay en 1950 contra brasil, perdiendo 1-0 y yendo a buscar con futbol la victoria…en algunos casos algunos desvirtuaron esa garra xq pensaron que golpeando al rival se les podia ganar mas facil…x suerte hay ejemplos de garra como los de diego, de la verdadera garra.